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El formato Navata / Por Antonio Campuzano

El formato Navata / Por Antonio Campuzano

La siempre moralmente litigante cuestión entre igualdad y libertad planea cíclicamente en la atmósfera pública. La pareja Iglesias-Montero ha decidido ligar hipotecariamente su vida para adquirir una vivienda en las afueras de Madrid en un lugar cuyo nombre sí se quiere recordar, Urbanización La Navata, Galapagar.

El coste de la vivienda cuya gestión de pago va a durar treinta años, si no sucede nada que modifique las condiciones de pago, es de 600 mil euros, lo que ha provocado gran revuelo entre las gentes que jamás votarán a Podemos, y además se ha producido un efecto contagio que afecta a algunas corrientes de la formación morada, también molestas por esa decisión de compra. Los clichés de comportamiento en las esferas privadas, para el consumo de los políticos, se parecen mucho a una cadena, cadena entendida como instrumento de esclavitud y de opresión.

Alguien de Podemos, para la opinión pública absolutamente conectada con la realidad sociológica, jamás podrá salir habitacionalmente del reducto de los ensanches y de las terceras ondas urbanísticas. Si se trata de comprar un vehículo a motor, ni soñar con grandes cilindradas ni caprichos de carrocería lujosa.

En el capítulo de viajes, ni pensar en crucero por las Islas Maldivas, con lo que significa de pérdida de identidad ideológica. Si se adentra uno en la clasificación de los alimentos que necesitan desembolsos importantes se cae directamente en la contradicción. Pescados y mariscos estarán solamente al alcance de a las clases pudientes, que probablemente dejarían de consumir aquellos alimentos que pudieran ser degustados por la pareja Iglesias-Montero.

Paralelamente , los cargos públicos que pertenezcan a opciones conservadoras, de derechas, jamás podrán osar el ingreso en territorios económicos fundados y pensados para los sectores desfavorecidos. Si un diputado del PP pisa Rivas Vaciamadrid, actual residencia de la pareja del momento, para comprar una vivienda, a tenor de la composición mental político-económica, la penalización electoral debería traducirse en operación de convicción matemática, y la contradicción en que se incurriría llevaría probablemente al infractor del PP a una expediente disciplinario que podría acabar con la expulsión del partido. Probablemente con toda justicia.

El gran Hans Magnus Enzensberger, en su obra «Siempre el dinero!!», parafrasea a Dostoievski y dice que «el dinero es libertad acuñada». Cuantas más acuñaciones se tengan más dosis de libertad se tienen. Pero este pensamiento puede precipitar a cualquiera por terrenos infranqueables. Si ganan las derechas y se mantienen las clasificaciones de residencia, las desigualdades se mantendrán de por vida. Si lo hacen las opciones de izquierda, los nichos de vivienda siempre serán espacios destinados a los pobres y serían los lugares donde deberían residir, en trámite de pensamiento igualitario, el resto de los habitantes de España.

La vía a la más encarnizada locura está servida. El mismo Enzensberger, en el mismo libro, pone en boca de Francis Bacon que «el dinero es como el estiércol, si no se reparte bien no sirve para nada». Iglesias-Montero no quiere que el dinero sea estiércol, quieren repartirlo bien. Y quieren resolver la ecuación enloquecedora de las clasificaciones y posibilidades de compra. Que las opciones, al menos en vivienda, sean iguales o parecidas a las de Luis de Guindos. Las corrientes de Podemos, todas ellas, deberían agradecer a su pareja favorita que hayan elegido una opción igualitaria por la parte del bienestar, no por la del malestar.

La contradicción, cuya existencia no se debería reconocer, debería ser combatida por Podemos con el elogio de la decisión de Pablo e Irene. Las críticas de los sectores conservadores, heridos donde se produce el dolor, están descontados por siglos de envidia. Están mucho más reconocidos por la actitud de Miguel Ángel, quien estuvo trabajando 17 años en la basílica de San Pedro y renunció a dinero alguno. Solo acertó a decir que su trabajo «era una ofrenda a Dios», según recoge John Julius Norwich, en «Los Papas, una historia» (Reino de Redonda, 2017).