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El juego de los tiempos como herramienta política / Por Estrella Maestre

Por Estrella Maestre

La mayor parte de los políticos suelen conocer muy bien cuál es el valor o la importancia de ajustar y controlar los tiempos gubernamentales. En no pocas ocasiones hemos asistido a lo que algunos llevan a cabo como un ejercicio más allá de lo pragmático: hacer coincidir sus propios tiempos partidistas con los tiempos de las políticas aplicadas a la ciudadanía. Cuando eso ocurre las prioridades caen normalmente fuera de la emergencia social y se actúa bajo el paraguas de las antiguas prácticas partidistas. Y, a fin de cuentas, se acaban aplicando aquellas políticas tan gastadas de los viejos partidos.

En ese sentido, el oportunismo partidista suele aflorar en contra del interés de la ciudadanía. Y en los más penosos casos, algunos políticos encuentran, por ejemplo, la ocasión para realizar tal o cual acción política sectaria como, por ejemplo, levantar una cortina de humo por un escándalo político. Se ajustan así los tiempos a sus propios intereses. Incluso, otras veces, algunos políticos también legislan rápidamente con decretos, en detrimento del necesario debate público, con el objetivo de beneficiar a ciertos sectores estratégicos. Solo ejemplos traídos para recordar el juego que los tiempos representan como herramienta política.

Ahora bien, no deberíamos solo referirnos a esas intervenciones urgentes basadas en el oportunismo político de la irrupción de acciones políticas repentinas, sino a la dañina ralentización que, a veces, ocasiona demorar la propia acción política. Tiempos demorados que dan la sensación que no pudieran llevarse a cabo ciertas políticas tan necesarias y reivindicadas por y para la gente. Acontece entonces la tan reclamada falta de voluntad política que se atestigua por una incapacidad política acaecida como postergación, dilatación y prorrogación de la labor legislativa. Véase sino el episodio al que hemos asistido hace poco con la fallida investidura del Presidente del Gobierno. ¿Con qué fin esa perpetuación de una candidatura imposible? Teniendo en cuenta las urgentes necesidades que este país tiene por delante, el Sr. Rajoy se ha permitido agotar el tiempo de cortesía para su investidura (tiempo que, por lo demás, implica un gasto de energía y paciencia que parece ya estar muy por encima de las posibilidades de la ciudadanía). Y agota así, de este modo, hasta el último segundo, el protocolo de que la fuerza más votada se postule en la investidura en primer lugar, aunque no cuente con los apoyos necesarios. ¡Qué gran acto de generosidad hubiera sido haber abreviado estos últimos meses!; ¡cuánto hubiéramos honrado al Sr. Rajoy si hubiera renunciado en seguida al comprobar que no contaba con los apoyos suficientes!

No parece que aún se estén disolviendo todavía esas viejas políticas de falta de voluntad política traducidas en inacción temporal. La figura gatopardista o lampedusiana sigue aún muy viva entre nosotros. No obstante, el juego de los tiempos podría llegar a ser otro si entenderíamos que los tiempos están asociados a los afectos que contagiamos. Un tiempo demorado y ralentizado provoca desánimo, desaliento y desmoralización; sin embargo, un tiempo de acción política por y para resolver con urgencia las necesidades sociales crea un ámbito de ilusión, esperanza y anhelo por un porvenir mejor. Tiempos y afectos se dan la mano y pueden transformar la acción política. Por eso, jugar con los tiempos puede significar también saber incitar determinados afectos saludables y necesarios que, desde la política, podríamos y deberíamos transmitir a la ciudadanía.

Estrella Maestre / Podemos Alcalá de Henares