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«El viaje de un egiptólogo ingenuo»: peripecias de un alcalaíno en Egipto

«El viaje de un egiptólogo ingenuo»: peripecias de un alcalaíno en Egipto

Arqueólogo e historiador aventurero, Tito Vivas publica nuevo libro sin abandonar su agencia de viajes nada habitual: Sociedad Histórica. Mucho más que una agencia de viajes.

La de hoy es una tarde un tanto especial. He quedado con Tito Vivas para que nos hable de su novela titulada El viaje de un egiptólogo ingenuo. Peripecias de un español en Egipto (Ediciones Del Viento). Se trata de la primera entrevista literaria de un ciclo que ahora comienza, con el que, desde La Luna de Alcalá, pretendemos estar más cerca de los autores y los relatos que merecen ser contados. 

Nos recibe para hablar de su nueva novela y sobre lo que buscan los viajeros que eligen Egipto como destino: “La idea es conseguir reproducir la esencia de aquellos viajes que se organizaban a finales del siglo XIX desde las Sociedades Geográficas”.

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He quedado con él en su Sociedad Histórica de Viajes y Expediciones ( al lado de Puerta del Vado), a la cual, para poder acceder, es preciso llamar tirando de una fina cadena que conecta con el timbre. Le interrumpo en plena videoconferencia con Egipto, tratando los detalles de una expedición para 300 personas. Me pide unos instantes para terminar su conversación. Yo tengo tiempo para fijarme en que viste pantalones vaqueros, una camiseta de color granate y una camisa de cuadros, también ocres y azules, que lleva abierta. 

Tito me invita a que nos sentemos junto a una amplia mesa rectangular, de tono oscuro, situada al lado derecho del establecimiento y presidida por un mapa del continente africano que hay colgado en la pared. A simple vista, parece un salón de estilo victoriano decimonónico, típico de las Sociedades británicas de la época. Un camino de mesa, que hoy conjunta con la vestimenta de nuestro anfitrión, cubre la misma. Encima, un juego abierto de Backgammon, algo que parece ser una daga o espada de pequeñas dimensiones, también con el mango y funda rojos, una lámpara y, por supuesto, el libro.

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Este alcalaíno de 38 años es Licenciado en Historia por la Universidad de Alcalá de Henares y especializado en Egiptología por la Universidad de los Estudios de Pisa (Italia). Ha participado en proyectos como arqueólogo e historiador, así como en excavaciones, tanto en Egipto, como en Oriente Próximo o en nuestro país. Además, dirige esta Sociedad Histórica dedicada a las expediciones turísticas.

Y todo porque, con 10 años, tus padres te llevaron a conocer Egipto…

Sí. Así fue como comenzó el periplo que nos ha traído hasta aquí en el día de hoy, empezando con una pasión desbordada por el Antiguo Egipto y por lo que implicaba su historia, su cultura. Y a partir de ahí, con una carrera como estudiante que comencé aquí mismo en Alcalá. Cuando yo volví de Egipto convencido de que me quería dedicar a la Arqueología, mis primeros pasitos los di en el Taller Escuela de Arqueología y Rehabilitación que tenemos en Alcalá, participando en algunas de nuestras excavaciones romanas por la ciudad cuando era un mocoso.

Tu abuelo Lorenzo e Indiana Jones tuvieron algo de culpa, ¿no?

Gran parte de culpa. Aquí ha habido muchas cosas que han ido poniendo una pequeña piececita al puzle de lo que somos hoy en día. No cabe duda que la historia de mi abuelo y su desgraciado final, demasiado pronto a mi juicio y al de quienes le querían, y que lo cuento en el libro con honestidad y con sinceridad, pues marco gran parte de los motivos que me llevaron a Egipto. Y frente a esa desgracia, la salida, la válvula de escape fue Indiana Jones, como ocio y como entretenimiento para un niño pequeño que era yo por entonces.

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Las dos primeras páginas de tu libro muestran un mapa del Valle del Nilo a su paso por los grandes templos de la civilización egipcia. ¿Tu obra refleja el curso de esos viajes que has ido haciendo a Egipto durante estos años?

Sí. Al fin y al cabo la obra es un gran viaje. El libro es un gran viaje que yo realizo por todo Egipto. Además, es un viaje de ida y vuelta, que empiezo como lo empiezan los viajeros actuales. Cualquier turista que viaje a Egipto ya no hace un periplo por el Mediterráneo en un buque de vapor para arribar al puerto de Alejandría, sino que cogemos un avión desde nuestra ciudad que nos deja directamente en El Cairo. Yo el viaje lo empiezo así, pero luego intento ir transformándolo todo lo posible, a pesar de que estamos en pleno siglo XXI, en uno de aquellos viajes de los aristócratas británicos que, a finales del XIX o principios del XX, viajaban a Egipto de otra manera. 

Ellos se iban prácticamente hasta la segunda catarata, hasta lo que hoy conocemos como el Templo de Abu Simbel, para luego volver por el Nilo navegando tranquilamente, calmadamente, a favor de corriente, visitando el resto de templos. Yo hago ese planteamiento. Hago un viaje, y a lo largo de ese viaje, en el que voy parando en todos aquellos lugares que yo conozco, aparte de introducir conocimientos de Egiptología, que servirán a cualquier persona interesada en conocer el país, al mismo tiempo voy contando también mis propias experiencias, mis anécdotas, cuestiones que a mí me han acontecido y que ilustran también el libro. Más allá de ser un relato o un ensayo de Egiptología, es literatura de viajes en la que me río de mí mismo muchas veces.

LO MEJOR DE LA ENTREVISTA EN ESTE AUDIO PODCAST

Una idea de viaje vital…

Es lo que en todo momento debe ser una obra de literatura de viajes. A diferencia de una guía al uso, donde te hacen recomendaciones, un buen libro de literatura de viajes te remite a una visión mucho más subjetiva, porque al fin y al cabo es la mía, es personal, es lo que a mí me ha ocurrido. ¡Ojo, que muchas de las cosas que a mí me han ocurrido, le van a ocurrir a cualquier viajero! Porque Egipto es así. 

Pero yo creo que un libro de literatura de viajes es mucho más recomendable a la hora de preparar tu propio viaje, aunque sea una visión subjetiva de otra persona, porque esas personas han estado allí. No digo que quien redacta la guía no haya estado allí, pero el que redacta una guía siempre va con fines más comerciales. Te va a recomendar un hotel, un restaurante. Yo, a lo mejor, te voy a decir que las pasé canutas en este hotel o en aquel restaurante, pero el aprendizaje que saqué de aquello es una experiencia que puede merecerte a ti la pena (…) 

Yo creo que eso es la buena literatura de viajes, el recoger ese espíritu y decir, esto es lo que a mí me ha ocurrido en más de veinte años que llevo viajando y trabajando en Egipto. Y lo pongo a tu servicio para que conozcas este país o para que te sirva como entrada de lo que tú te puedas encontrar también.

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¿Es tan grande la sombra de Keops como dicen?

Sin duda es la más grande de todas las sombras que tenemos en Egipto, porque es el monumento más grande y uno de los más grandes del mundo. Y, sí, la verdad es que abruma. Es sobrecogedor. Pero no es el único monumento en Egipto que sobrecoge. Y no siempre es por su tamaño. Karnak es impresionante pero, vas a la Necrópolis de Tebas y te adentras en el Valle de los Obreros, por ejemplo, de Deir el-Medina, y una minúscula tumba de un pequeño artesano te sorprende y te fascina, y te deja boquiabierto igual que la Gran Pirámide.

Algunos de tus libros de cabecera son El antropólogo inocente, de Nigel Barley, la Guía para viajeros inocentes, de Mark Twain, ó Mil millas Nilo arriba, de Amelia B. Edwards. ¿Qué hay de esas obras en tu novela?

¡Uf! Te podría decir que hay mucho y entonces estaría pareciendo pretencioso porque estoy a años luz de poder parecerme a cualquiera de los tres nombres que has dicho. Sobre Nigel Barley y su obra El antropólogo inocente, hay un claro homenaje y un claro guiño ya desde el título. El viaje de un egiptólogo ingenuo es un homenaje. Para mí ese libro es una de las mejores combinaciones que yo conozco de la mezcla entre literatura de viajes y un trabajo de Humanidades. Él es antropólogo, se marcha a hacer un trabajo de campo a Camerún a estudiar la tribu de los Dowayos, y a la larga lo que termina contándonos son sus investigaciones y sus descubrimientos como antropólogo, en el marco de un viaje en el cual le sucede absolutamente de todo por novato. Por lo tanto, no solamente aprendes sino que además te ríes, de él y con él, porque él mismo se ríe de sí mismo. Eso lo he intentado yo hacer en mi relato porque me fascinó y pensé que la mejor forma de hacerlo y contar mis historias podría ser esa. Intento hablar de Egiptología pero, al mismo tiempo, me río de mí mismo. 

Sobre Amelia B. Edwards, es el viaje aristócrata por excelencia, es el primer relato que tenemos de un viajero por Egipto que no va con pretensiones de descubrir una tumba sino que va a ver Egipto, sin más. Y se enamora de Egipto y luego queda prendada de Egipto. Eso está en común con mi historia. Ella, por ejemplo, en Mil millas Nilo arriba, libro que recomiendo encarecidamente, nunca da nombres propios. Siempre utiliza algún adjetivo, algún epíteto, y eso yo también se lo he copiado porque no quería ni meterme en líos ni que pareciera que podía faltar al respeto de nadie. Salvo los nombres de mis amigos egipcios que tengo permiso suyo para mencionarlos en el libro, siempre que hablo de una persona que no es egipcia, compañeros míos de trabajo o gente que he ido conociendo por el camino, pues no doy su nombre. Te hablo de una parejita de Zaragoza, de un compañero uruguayo, que quien me conoce sabe quiénes son y quien no, queda simplemente con esa información.

Y de Mark Twain yo creo que la Guía para viajeros inocentes es un relato divertidísimo de un viaje a Oriente Medio, a Tierra Santa, pasando por Egipto como lo hizo Flaubert, como lo hicieron muchos otros que también menciono de pasada por el libro, y creo que es un poco la esencia de lo que hay que recuperar en los viajes, que no deben dejarse llevar por un turismo masificado y que tienen que recuperar un poco la esencia del explorador que trata de encontrar no solamente lo que le ofrezca el país sino a sí mismo. Y Mark Twain lo hace genial en ese relato.

De hecho, a lo largo del libro, además de aprender mucho sobre el Egipto de ahora y sobre la Historia de su civilización, poco a poco vas dejando miguitas en forma de nombres de autores, de otras novelas, o de películas cinematográficas que, de algún modo, tienen que ver con tu relato, ¿no?

Claro porque, hoy en día, a diferencia de esos viajeros británicos que no tenían más referentes que las fuentes históricas, porque ni siquiera en su momento tenían fuentes literarias ya que ellos son quienes empezaron a crear esas fuentes literarias de viajes a Egipto, nosotros hoy por suerte tenemos un sinfín de fuentes como para plantearnos un viaje multicultural. En el sentido de que no podemos abordar el Antiguo Egipto dejando a un lado el Egipto actual, que es un contexto para un estudio histórico. Yo creo que es necesario conocer el Egipto actual y hablo de él. Y para conocerlo a través de referentes culturales que, por suerte, abordan un amplio espectro de posibilidades. 

Desde literatura, de la que voy comentando pasajes de escritores que me han precedido por allí. Desde Amelia B. Edwards hasta Javier Reverte, o Khaled al Khamissi y Alaa al-Aswani, que son escritores egipcios que hoy en día se dedican a la novela y que yo creo que son imprescindibles para conocer el Egipto actual. Por supuesto, música. Hablamos por el camino desde Rachid Taha o Amr Diab o la gran Um Kulzum, que la gente se las va a encontrar cuando vayan a Egipto. Siguen sonando. Es como si alguien viene a España y se marcha sin escuchar una canción de Julio Iglesias o de Manolo Escobar (…) Igualmente te lo encuentras en el cine o en el teatro. Yo creo que es el camino correcto, a través de sus propias expresiones culturales.

La gente estará esperando a que te pregunte por la experiencia de encontrarse sólo en el interior de la Gran Pirámide, pero a mí me interesa otra cosa. ¿Cómo es cenar sólo un Kushari en una habitación del Hotel Lotus de El Cairo? (Risas)

Es más fácil lo segundo que lo primero, por supuesto. Es muy difícil hoy en día estar a solas en el interior de la Gran Pirámide. En los últimos años era factible porque el turismo cayó bastante. Ahora ya por suerte se está recuperando, y en alguna ocasión yo me he visto visitando la pirámide a solas. 

Precisamente en el libro cuento, de las muchas veces que he entrado a la Gran Pirámide, una vez que se fue la luz. En El Cairo no es raro que, de repente, por cualquier motivo, haya cortes de luz, que duran relativamente poco pero ocurre. En esta ocasión se fue la luz en la Necrópolis, se quedaron los monumentos sin luz y yo conseguí convencer al guardián de la puerta para que me dejara entrar con mi propia linterna. Con lo cual, entré hasta el interior de la cámara a oscuras y estuve un ratito yo solo a oscuras en el interior de la Gran Pirámide. 

No tiene nada que ver con pasar una noche en el sarcófago como hizo Napoleón o como cuenta Javier Sierra en su novela, que también lo hizo. Yo estaría cinco o diez minutos, pero sí es verdad que abruma. Abruma la oscuridad total, el silencio que hace que te oigas a ti mismo respirar,  intentas buscar las paredes en una completa oscuridad con tu mano y te asustas porque no sabes cuándo vas a llegar y pierdes el concepto hasta de dónde está tu mano al ir a tocar la pared. 

Desde luego, como experiencia, es mucho más impactante una noche en el Hotel Lotus. (De nuevo, risas) Ese hotel era conocido entre los investigadores españoles como el cuqui, porque te visitaban por la noche a través de la bañera. ¡Ojo! La gente que trabaja en el Lotus y el dueño, que era un señor italiano que siempre estaba en la recepción, son gente encantadora que ha hecho todo lo posible por adecentar completamente su hotel. Y yo lo sigo recomendando. El Hotel Lotus es historia viva de El Cairo y merece la pena alojarse en él. No es un hotel de lujo. No tiene nada que ver con un hotel de lujo pero mantiene ese saborcillo rancio de la época más clásica de principios de siglo en El Cairo. Es muy recomendable, para los que sean valientes y atrevidos. 

Está justo encima de un restaurante que se llama Felfela, que es muy famoso en El Cairo, donde te venden el Kushari, que es la comida rápida egipcia por excelencia para llevar. Y claro, lo que no te venden a pie de calle es alcohol, la cerveza. La cerveza yo se la encargaba al dueño del Hotel Lotus y lo que hacía es que con mi Kushari comprado en la calle y con mi cervecita que él me tenía preparada fresquita, yo me subía a la azotea del hotel. 

Porque El Cairo visto desde los tejados es otro mundo completamente. Tú no te imaginas lo que te puedes encontrar en los tejados de El Cairo. Por supuesto, palomares y antenas parabólicas, pero luego tienen de todo. El vertedero de El Cairo son las terrazas, son las azoteas, y es fascinante. Porque se suben ellos a las azoteas a hacer vida. Simplemente, tomarte tu cervecita y tu cena viendo a todo el mundo ahí arriba es una experiencia impresionante.

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Y viajar en camello por el desierto, ¿todavía se puede?

Se puede si sabes cómo, dónde y cuándo. No es difícil montar en camello. Lo puedes hacer en la llanura de Gizeh, en las pirámides. También se lo ofrecen a los turistas a la rivera del Nilo, cuando llegan a Asuán para ir a un poblado Nubio, que es una historia muy folclórica y te reciben en la casa y te invitan a un té. Pero, por ejemplo, yo cuento en mi libro que hice un trayecto a través del desierto para llegar hasta un monasterio copto que está abandonado en un Wadi, a unas cuantas horas en camello. 

Como yo conocía allí en Asuán gente que tenía camellos, que criaba camellos, ellos me prepararon la travesía con varios animales, con varios acompañantes, con la comida, con la bebida. A mí me llevaban como si yo fuera un sultán atravesando el desierto, para que fuera lo más cómodo posible. Además, había una jaima preparada a mitad de camino para descansar y beber agua fresquita y tumbarse un rato a la sombra. Aun así, acabé con el culo reventado. Con un dolor que ni te imaginas. Aunque me enseñaron cómo cabalgar, cómo me tenía que colocar, estás a tres metros de altura porque esos animales son enormes y más de una vez me caí, claro. 

Es lo que le da título al capítulo El culo de Laurence, por Laurence de Arabia, en un juego de palabras que espero que nadie se tome a mal. Pero yo lo que me preguntaba era de qué estarían hechos los culos de aquellos viajeros que cruzaban el desierto en camello, porque tenían que acabar con callo, sin duda. O se hacían verdaderos expertos y beduinos, como le pasó a Laurence o sino yo no sé cómo lo hacían. Pero se puede montar en camello y llegar hasta el Monasterio de San Simeón cruzando una parte importante de desierto. Es curioso.

Me ha llamado la atención el modo en que defines la ciudad de El Cairo, diciendo cosas, en algunos casos nada buenas y, sin embargo, tras leerlo me ha apetecido ir a conocerla…

Es que esa es la gran realidad de El Cairo. Yo creo que es un reflejo a escala de lo que es la humanidad. Es un caos ordenado. Nagib Mahfuz decía en sus novelas que era como una gran madame de un burdel, que era una prostituta venida a menos. Otros lo definen como una gran urbe corrompida llena de gente de buen corazón. La propia dualidad que veían los egipcios en el Antiguo Egipto tiene su versión contemporánea hoy en día en las calles de El Cairo. Y El Cairo te atrapa, te fascina porque engloba lo mejor de la sociedad humana, pero también te muestra la decadencia de la sociedad humana, los errores de la sociedad humana. 

No estoy hablando de la maldad. Yo nunca me he encontrado maldad en El Cairo. (…) Pero estoy hablando de que es una urbe tan inmensa, estamos hablando de 22 millones de habitantes, que aparecen problemas que para nosotros, como alcalaínos o madrileños, no alcanzamos a abarcar porque no tienen nada que ver. Ese caos de tráfico, ese barullo de gente, ese invertir tiempo para ir de un lado a otro porque son unas distancias inmensas. Es un caos. Cuando yo lo defino con esas palabras que pueden parecer malas, en realidad lo que estoy haciendo es describir una realidad, y la realidad es que una sociedad de esa magnitud, a veces tiene elementos que son inabarcables. 

Y a la larga es lo que la define y lo que la hace incomparable, y hay que disfrutar de esas cuestiones también, de los atascos, del agobio, de los regateos de los taxistas que te quieren engañar. De todo eso hay que disfrutar porque todo eso es El Cairo.

Tengo que decir que, de la forma en que lo cuentas, casi he llegado a notar ese calor pegajoso por la humedad y a oler determinados aromas de las zonas más dispares de la ciudad…

Es que El Cairo, Egipto en general pero sobre todo El Cairo, es una ciudad que se disfruta y se advierte con todos los sentidos. No es solamente ir a ver El Cairo. El que cree que hay que ir a ver las pirámides se está perdiendo una realidad mucho más variada, más voluble. Se está perdiendo los olores, como tú dices, se está perdiendo las sensaciones como el calor, el sudor al tacto. La gente te toca, te abraza de otra manera. 

Nosotros hay veces que tenemos miedo al contacto físico, y eso que los españoles somos muy mediterráneos para esas cosas, pero en Egipto es normal que tú vayas cogido de la mano de tu amigo. (…) Tienen otra forma de relacionarse que se aprecia a través de otros sentidos. Los sonidos, como el claxon de los coches, las llamadas a la oración de los minaretes, la gente dando voces, la música que sale de los cafés y todavía retumba por las callejuelas. Todo eso forma parte de la experiencia multisensorial que tienes que tener completamente activa para disfrutar Egipto o El Cairo en todos los aspectos.

Creo que no te cogió allí la Primavera Árabe pero, ¿cómo lo viviste desde la distancia?

Yo estuve unos días antes de la Primavera Árabe. Lo que llamaron La Revolución empezó el 25 de enero, porque en realidad era un alzamiento contra la policía, no contra el gobierno de Mubarak. Ellos lo que querían era que Hosni Mubarak depusiera al Ministro del Interior porque estaban cansados de ciertos abusos policiales, y por eso el 25 de enero, que es el Día Nacional de la Policía, es cuando se inició aquella manifestación. 

Yo había estado unos días antes en la Plaza Tahrir y en aquella zona, porque el Hotel Lotus está muy cerca de la Plaza Tahrir. Luego, en la distancia, yo vi que lo que nos contaban en la televisión no se parecía a lo que me contaban mis amigos allí. Aquí lo que nos vendían era miedo y horror y pánico. Y lo que me contaban mis amigos allí era hermandad entre vecinos, gente que salía a la calle, casi como una fiesta, a exigir por fin una reivindicación que, para ellos, les parecía y era legítima. Y sí, hubo momentos de tensión, y por supuesto que hubo desgracias, como en cualquier otra manifestación, solo que dentro de su cultura y de su forma de hacer las cosas. Y hubo represión policial. Pero no es como nos lo contaron. (…) 

Hay un doble rasero en las realidades de las desgracias en el mundo. Si se produce un atentado, por desgracia, en Barcelona o en París, la inmediata que nos transmiten los medios es que no tenemos que tener miedo, que no nos tenemos que dejar vencer, que no hay que sucumbir y que hay que seguir adelante y demostrar que no van a poder con nosotros. Pero si el atentado es en El Cairo, es como que son otros, y entonces el Ministerio de Exteriores recomienda no viajar a El Cairo. Y es exactamente lo mismo. Los asesinos son asesinos en todas partes. Seguridad, por desgracia hoy en día no tenemos en ningún rincón del planeta, y te puede ocurrir exactamente lo mismo en Barcelona, que en Niza, que en Madrid, que en Canadá hace unos días, que en El Cairo. La cuestión es que no hay que sucumbir al miedo, pero en ningún sitio. Por eso la gente tiene que seguir viajando a Egipto. 

¿En qué punto se encuentra el país ahora respecto a la seguridad y a los avances democráticos en comparación a la etapa anterior a la Primavera Árabe, o incluso desde que conoces Egipto?

Pues podría parecer que han dado un giro de 360º y están exactamente donde estaban. Porque después de haber conseguido la renuncia de un Presidente que se había anclado en el poder, de pasar por unas elecciones que pusieron al frente al líder de los Hermanos Musulmanes, con un Gobierno que era de un tinte mucho más religioso y que por tanto se entendía con una visión más radical, y después de aquel golpe por parte del ejército para dar eco a una parte de la sociedad que no quería a aquel Gobierno, y que, por supuesto, los militares tampoco lo querían, al final han terminado con un General del Ejército al frente, que ha vuelto a ganar recientemente las elecciones. 

Si son democráticas o no… ya sabemos que estamos hablando de África. Yo no sé si son democráticas en nuestro país, como para ponerme a enjuiciar si son democráticas en otros. Y están donde estaban, con un gobierno militar. Si acaso antes era más policial y ahora es más militar. Sí es cierto que ahora, por lo que a mí me cuentan quienes viven allí directamente, porque yo no dejo de ser Alicia al otro lado del espejo, por mucho que viajes allí y te muevas por aquel país, pero quienes lo viven a diario me cuentan que hay una cierta relajación. Que no hay esa represión policial que había antes. Ahora está la cosa más tranquila. Y sí es cierto que sigue habiendo movimientos que están en contra de esos gobiernos tan militarizados y policiales. Eso no ha desaparecido en Egipto ni va a desaparecer. 

Lo que hay es un gran esfuerzo por parte de la población egipcia para demostrar que son gente pacífica que, como el 80 ó el 90 por ciento de la población del mundo, es gente que lo que quiere es vivir y que les dejen vivir. Y con ganas de ofrecérselo al mundo porque ellos saben que tienen un patrimonio. Aunque siempre se dice: “los egipcios no lo  valoran”. Sí lo valoran. No son tontos. Los egipcios saben que tienen un patrimonio mundial que no tiene comparación con ningún otro en el mundo y que lo tienen que saber cuidar, y que lo tienen que saber explotar. 

A lo mejor no lo hacen como lo haríamos nosotros por una cuestión cultural o por una cuestión de medios, pero saben qué es lo que tienen que hacer. Y de hecho están con las puertas abiertas a quien quiera ayudarles. No solamente a través del turismo, sino a través de cualquier proyecto de investigación y de trabajo. Están volcándose en la seguridad de su país, como lo hacemos nosotros en la seguridad del nuestro, para que la gente pueda seguir viajando a Egipto con confianza.

Al margen de estos asuntos políticos, supongo que algunas de las anécdotas que cuentas sobre tus viajes pueden hacerse realidad en esta Sociedad Histórica de Viajes y Expediciones. Cuéntanos en qué consiste este proyecto… 

Sí, porque nuestro objetivo es ese. Tú lo comentabas al principio. Esto parece un saloncito victoriano. La idea es conseguir reproducir un poco la esencia de aquellos viajes que se organizaban a finales del siglo XIX, desde las sociedades geográficas. Aquellos viajes siempre tenían un argumento, una motivación, algo que hacía que el viajero quisiera salir. Esos periodistas o esos aristócratas que buscaban un interés cultural, que buscaban un aprendizaje personal. Y eso se consigue no solamente yendo a comer a restaurantes guays y alojarse en hoteles chulos, y hacer las fotos a los monumentos desde la perspectiva más bonita, sino mezclándose con la gente, conociéndola, dejándose llevar por el ambiente. 

A veces hay que pedir permiso para esas cosas, ¿no? Hay una serie de acontecimientos que podemos incluir en un viaje, que es lo que nosotros consideramos que tiene que definir el turismo actual. Y ese es el objetivo de Sociedad Histórica. Poder proveer a un viajero con estas inquietudes, de aquellos acontecimientos dentro de su viaje que le va a ser difícil vivir a través del turismo convencional o de una agencia de viajes, o si se organiza el viaje por su cuenta.

Pues no vamos a destripar más tu novela. La dejamos ahí para que los lectores puedan descubrirla. Muchas gracias, Tito Vivas, por haber recibido a La Luna de Alcalá. Gracias a vosotros por el ratito tan agradable.

El audio al completo está disponibile en el PODCAST superior de LA LUNA RADIO.

Un reportaje de Alberto Martínez.

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