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«Era necesario que los alcalaínos de hace 20 años se sintieran protagonistas»

Por Óscar Sáez / @oscarsaez

Hace veinte años, a las 11:20 horas de la mañana en España y 19:20 horas en Kioto, el entonces alcalde de Alcalá Bartolomé González y el entonces rector de la Universidad de Alcalá Manuel Gala se fundían en un abrazo: la ciudad había sido declarada Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco. Dos décadas después hablamos con Bartolomé González, ahora diputado del PP en la Asamblea de Madrid, en esta entrevista en la que repasa cómo se fraguó la candidatura, cómo fueron los días previos y analiza si la ciudad ha cumplido las expectativas que se abrieron paso hace 20 años.

¿Cómo recuerda esas fechas previas?

La declaración de Patrimonio era algo que llevaba muchos años hablándose en Alcalá de Henares. En aquellos momentos estábamos expectantes y nerviosos. Se había hecho lo más difícil, que era recoger las iniciativas de todos los que tuvieran algo que aportar y presentar un proyecto con el protagonismo de la Universidad y el Ayuntamiento. Lo importante fue que en aquel momento que tanto Manuel Gala como yo entendimos que el protagonismo lo tenían que tener la ciudad y la universidad, sin personalismos. También se sumaron la sociedad civil y la iniciativa privada, lo que nos permitió presentar una candidatura sólida e ilusionante.

Lo que me movió a involucrarme y a pelear por la declaración es que los alcalaínos de hace veinte años necesitaban algo que les aglutinara, algo que les hiciera sentirse orgullosos. Ya estaba bien de vivir de las viejas glorias, de las piedras, del pasado, de Cervantes, de Azaña, de Cisneros… Que está muy bien, pero hacía falta que los alcalaínos de entonces, independientemente de su lugar de procedencia, se sintieran protagonistas y renovar el espíritu de los Condueños, renovando el compromiso de la sociedad civil. Fíjese que al final cuando la delegación alcalaína, la más numerosa, compuesta por todos los grupos políticos, representantes de la Universidad y la Comunidad de Madrid, sorprendió a los representantes de la Unesco, que hasta ese momento no habían visto tanta expectación en otras candidaturas.

No sólo la inquietud de los que allí estábamos, sino toda la ciudad detrás. Conseguimos que la declaración fuera sentida por todos y todos se sintieron protagonistas. Más que la frase mágica de ‘Queda incluida Alcalá en la lista de Patrimonio’ es que la gente se sintiera protagonista y lo viera como algo suyo.

Aunque ahora no lo parezca, con miles de personas visitando el Mercado y espléndida agenda cultural, hace veinte años Alcalá no era un lugar turístico, apenas recibía visitantes…

Alcalá nunca pensó que pudiera vivir del turismo. Hay que recordar que la primera Concejalía de Turismo que tiene Alcalá es con el primer Gobierno del PP en el año 1995. Hasta entonces nadie pensaba que pudiera ser una fuente de riqueza. Hay que recordar que entonces Alcalá tenía 50 camas hoteleras, ahora llegan a las 2.000. Entonces no estaba el Parador y gracias a la declaración se pudo conseguir, se empiezan a abrir negocios relacionados con la hostelería tanto hoteles y restaurantes. Entonces no existía el Mercado Medieval, que empezó Pilar Fernández en el poco tiempo que la dejaron en el área de Cultura de la etapa de Manuel Peinado.

Alcalá sólo salía entonces en los medios por los sucesos…

Con la declaración se empezó a tener en cuenta Alcalá en Madrid y empezamos a recibir turismo de fuera, pero sobre todo de la Comunidad de Madrid. Antes se iban a El Escorial, a Chinchón, a Aranjuez, Ávila, Segovia o Toledo, y no venían a Alcalá a pasar el día. Ahora, cada vez más, se ve más turismo de ese estilo y, con el Parador, recibimos no sólo visitantes, sino también turistas.

¿Lo mejor fue la generación de ese orgullo alcalaíno entre la ciudadanía?

Lo mejor fue que se sintieran protagonista de la historia reciente de esta ciudad.

¿Cree que durante estos veinte años se ha perdido un poco ese orgullo generado en 1998?

Creo que sí. Haciendo autocrítica, durante mis legislaturas más los cuatro años de Peinado, se vivió de Alcalá como Ciudad Patrimonio de la Humanidad y siempre hacíamos por reivindicarlo. Cuando me fui, en la época de Bello, se perdió un poco ese espíritu y no se siguió explotando. Y eso que empezó a languidecer ahora tampoco remonta, porque este año, con el 20 aniversario, teníamos que haber tirado la casa por la ventana y recuperar ese espíritu para que los alcalaínos de hoy volvieran a sentirse orgullosos con una programación a lo largo de todo el año. El aniversario ha pasado prácticamente desapercibido. Ese impulso fue muy potente y era muy difícil mantenerlo. Pero los hoteles y restaurantes están ahí, los turistas también…

¿Ha aprovechado Alcalá de Henares estos veinte años para consolidarse?

Creo que sí, la imagen que hemos dado fuera es positiva. La gente que ha venido no se siente defraudada de lo que ve. Y sobre todo se ha conseguido dar un impulso al patrimonio que quedaba por rehabilitar. Se había hecho mucho gracias al Convenio Multidepartamental en la época de Arsenio Lope Huerta que es el que sientan las bases sobre las que edificar la declaración. Después, el Gobierno de Florencio Campos tuvo que apostar por hacer ciudad, había que dotar de infraestructuras y servicios a los barrios y no se podía hacer otras cosas, ni apostar por el Patrimonio. Con esa base de los cimientos del Convenio Multidepartamental y los barrios dotados gracias a la labor de Florencio, pudimos dar el salto y apostar por el patrimonio como una fuente más. Hoy es casi imposible encontrar una casa vieja para rehabilitar en el Centro de Alcalá. Ya no sólo los grandes contenedores de la Universidad, del Ayuntamiento o la Iglesia; las viviendas se han rehabilitado y se han puesto en valor. Hace veinte años o antes era impensable.

¿Y qué no hemos conseguido que tendríamos que haber logrado?

El problema que tenemos es que Madrid está a treinta kilómetros. Por mucho que hagamos a nivel cultural, que, aunque hemos perdido algo de empuje, habíamos conseguido hacernos un hueco cultural en la oferta madrileña con la dificultad que eso entraña, con el Corral, la Semana Santa, con Clásicos, el Festival de Cine… Es difícil mantenerlo desde aquí porque cuesta mucho dinero. Hubo una época en la que contamos con mucha ayuda de la Comunidad de Madrid, si bien es cierto que era una etapa de bonanza económica. Hay que pensar que en 1997 se abre la Casa de Hyppolitus, se termina el Museo Arqueológico, el Corral de Comedias estaba cerrado, se estaba ampliando la Casa de Cervantes…

¿Esperaban más ayudas de las administraciones? Siempre se recordará la famosa promesa de Gallardón y los 10.000 millones de las antiguas pesetas de inversión.

Al final, Gallardón le tocó muy poco, casi en su última etapa de legislatura. Sí hubo un compromiso inversor de la Comunidad a todos los niveles. Se abrieron centros de salud, las urgencias del hospital…

Sí, pero no se vio a nivel de mejora del patrimonio.

Conseguimos ese Consorcio en el que falta el Gobierno de España. El famoso Real Patronato que ya nadie reclama. No lo tenemos porque nadie lo ha pedido. El último que se hizo fue el de Cuenca con Gobierno socialista y Aznar en La Moncloa. Yo esperaba que con Zapatero y un gobierno popular en Alcalá se consiguiera. Es una de las deudas pendientes, que habría hecho posible una importante inversión. Si es verdad que los grandes edificios están rehabilitados, todavía falta por hacer en la trama urbana, como la homologación del pavimento, enterramiento del cableado, pasar del asfalto al empedrado y de la baldosa al granito… Se hizo mucho, pero queda por hacer más. Quizás lo que se está haciendo en la Plaza de Cervantes era necesario hacerlo, pero se tenía que haber ejecutado bien y sin prisas, no por un ánimo electoralista.

¿Ahora estaría a favor de la peatonalización?

No es que esté a favor o en contra. Siempre dije que peatonalizar es ganar espacio para el peatón, no pasa exclusivamente por quitar el coche. El proyecto de la calle Libreros de ensanchar las aceras era un proyecto que nosotros teníamos y no pusimos en marcha. No criticamos que se haga sino cómo se está haciendo, no el qué, sino el cómo. El de la Plaza de Cervantes también barajamos hacerlo, pero el problema es que se está haciendo deprisa y corriendo para presentar un expediente de cara a las elecciones.

¿Jugamos ya en la misma liga que Santiago, Salamanca, Toledo o Cuenca?

No, por una sencilla razón. Salamanca o Toledo son capitales de provincia, y Alcalá de Henares es la tercera ciudad más grande de la Comunidad de Madrid. Nuestro problema es Madrid, si Alcalá hubiera estado en cualquier otra provincia habríamos sido imparable, pero el problema es que dependemos administrativamente de Madrid.

¿Le gusta que le recuerden como el alcalde del Patrimonio?

Para lo bueno y para lo malo, en 1998 había un Gobierno en el Ayuntamiento y un rector en la Universidad de Alcalá. Sí, me gusta que me recuerden por ello porque el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso sólo uno. Soy generoso y recogí el esfuerzo de muchos alcalaínos y muchas generaciones y Gobiernos, pero había que recoger ese esfuerzo y ponerlo en valor. Me siento protagonista de haber tutelado junto con Manuel Gala esas iniciativas que se habían desarrollado.

¿Y cómo fueron los días en Kioto?, ¿estaba ya decidido antes de partir?

La Unesco mandó a un supervisor de la candidatura para comprobar que lo que se había presentado en el dossier correspondía con la realidad. Además de las visitas programadas, pedía otras cuestiones que no estaban previstas… Allí tuvimos la suerte de que, como los miembros de la Unesco no son siempre los mismos, hubiera muchos representantes de Iberoamérica. Fueron nuestros aliados. Habló primero, creo, un coreano que ponía en cuestión la candidatura de Alcalá y, después fue un mexicano que pasó a defender la candidatura de Alcalá, no como una declaración de la ciudad, sino como una candidatura del pueblo iberoamericano. A partir de ahí se fueron sucediendo los apoyos hasta conseguir la Declaración.

¿Allí no tuvieron que negociar?

No, fuimos la delegación, aunque sólo nos dejaron entrar al rector y a mí y los demás se quedaron fuera. Para ellos, esa delegación tan amplia era una novedad.

¿No le decepcionó no salir reelegido pese a conseguir la declaración?

La verdad es que sí, que fue un jarro de agua fría. Fue una legislatura muy complicada, en minoría y sin presupuestos. Aunque no pudimos hacer grandes obras, sí demostramos que había otra manera de hacer política de estar en permanente contacto con el vecino.