Una atlántica mañana del 9 de febrero, sábado, de 2008, caminaba un gallego a favor de clima por las inmediaciones del Pabellón de El Val. Parecía y lo era un forastero, con la carga que tiene la acepción en los pueblos de la meseta. Se había dado cita para Mariano Rajoy en vísperas del inicio de campaña de marzo de 2008, donde sería batido por segunda vez por Zapatero, esta vez sin trenes de por medio. Esperanza Aguirre, como siempre, había acudido antes que nadie hasta el punto que divisó con certera predicción cómo se acercaba un coche negro de gran potencia de motor: “Es Nacho, es Nacho”, dijo la presidenta. Y Nacho era Ignacio González, luego portador de citas en juzgados y escalerillas de telediario pero casi con el mismo coche.
Los tiempos de Bob Dylan cambian sobre todo en la política española. Bartolo González, alcalde, gozaba de su mejor “momentum” y había encargado unas camisetas casual con su nombre y que aún conservan apresto en el ajuar de “los mejores cafeteros” del PP local. Solo una persona del corredor del Henares le dio conversación al “forastero” que permanecía en la acera de enfrente del pabellón así como pensando “en sus cosas”, que es como definía el periodista de Vigo Cuco Cerecedo la saudade del Deportivo de la Coruña cuando visitaba el Bernabéu para ser goleado. Poco a poco fue entrando en calor y llegó a subir a la platea de invitados del Partido Popular. Claro, discreto, pero era “alguien”. Era concretamente el presidente del PP en Galicia y atendía al ser llamado Alberto Núñez Feijóo. Ya había estado en el Insalud y en Correos , como se encarga cada mañana Carlos Herrera de recordar para que quede claro que no ha sido un alcalde pedáneo de una parroquia de un mini concello, que lo suyo es el presupuesto y no el ordeño con equilibrio de pulgar e índice.
Pues bien, el forastero vuelve a casa con motivo de la presentación en sociedad de sus indiscutibles méritos para obtener la confianza de todos aquellos españoles que lo deseen, para lo que ha elegido a los alcalaínos como ejemplos primeros en su demostración. Esperanza se encuentra en fase de retiro público; Bartolo en idéntico estado con sus librescas “inmortalidades”; y lo único que pesa es Nacho, dedicado a sus piezas separadas, quizá por su mala cabeza.
Feijóo ocupa el puesto candidato y gallego que otrora perteneció a Rajoy; Isabel Díaz Ayuso ensayará su versión modosita con el presidente nacional, quizá se
contenga para no mezclar la costrada con la libertad; y Judit Piquet, candidata al convento de Agonizantes, gozará de las primeras experiencias como partícipe del equipo de primeros espadas, melena rubia y oratoria espumeantes, convencida como está de decapitar a Holofernes/Javier Rodríguez de un tajo más o menos seco, dependiendo del filo metálico de procedencia Vox. El pabellón ahora transmutado en honor del jugador de balonmano Demetrio Lozano se quedaría corto para el ensayo de tamaño acontecimiento y se espera otra dimensión física, tal vez el Paco de Lucía, rasgueo de guitarra y eco jondo frente a la degradación sentimental de la disciplina de Urdangarín.
Todo ello el 2 de septiembre, fiesta en Palencia, por San Antolín, cuando el verano toca su fin.