Franco Maria Ricci o la belleza en el diseño / Por Vicente Alberto Serrano

Desde La OvejaNegra

Hoy, desde la última vuelta del camino, me resultaría bastante complicado predecir la dirección que, a partir de aquí, irá tomando el diseño gráfico, ya sea en cuanto a contenido como a estética. Los que nos iniciamos en este oficio entre las linotipias, enredados con las tipografías fundidas en plomo y con el pegamento y las tijeras recortando imágenes, lo aprendimos casi todo a pie de imprenta; nos enseñaron aquellos magníficos profesionales a los que seguimos echando de menos. Con los grandes avances que han facilitado los ordenadores y con los diversos programas informáticos, es muy probable que la creatividad individual, la inventiva y la exploración de posibilidades visuales cobren cada vez más relevancia. Sin embargo: «Mirar al pasado –afirma Jens Müller– puede resultar estimulante e inspirador». Estimulante e inspirador siempre nos resultó contemplar la obra de Franco Maria Ricci (1937-2020). Sobre todo para los que durante décadas estuvimos empeñados en fijar sobre el papel las ficciones de los demás; este legendario diseñador gráfico italiano, nacido en Parma, la ciudad natal de Giambattista Bodoni, siempre fue un referente necesario.

Portada del primer número de la revista “FMR” y Franco Maria Ricci.

Portada del primer número de la revista “FMR” y Franco Maria Ricci.

La admiración por una obra gráfica

Una exquisita trayectoria editorial que se ha definido por el rigor, la belleza de todas sus publicaciones y no haber traicionado en ningún momento el espíritu de Bodoni, director de la Real Imprenta de Parma a finales del siglo XVIII. Todas las creaciones gráficas de Ricci están confeccionadas con los caracteres tipográficos que aquel creó en 1790. Durante años Franco Maria Ricci también estuvo al cuidado de la revista titulada FMR; la mancheta era simplemente sus iniciales acompañadas de una hoja de trébol. De carácter mensual se comenzó a editar en 1982 y pronto alcanzó tiradas en diversos idiomas. Revista de arte con magníficas reproducciones en cuatricomía: pintura, escultura, arquitectura, códices, muebles, tejidos, joyas… sobre permanentes fondos negros y comentarios de reconocidos especialistas y escritores, transcritos con una maquetación acorde con la belleza de las ilustraciones, por supuesto compuestos siempre en tipos bodoni. El fetichismo y sobre todo la admiración por una obra gráfica a envidiar me incitó a ir recopilando, no solo todos los números posibles de aquella mítica revista, sino también algunos de sus libros y agendas, por supuesto siempre que me resultaron asequibles.

Franco Maria Ricci y Jorge Luis Borges en Milán.

Franco Maria Ricci y Jorge Luis Borges en Milán.

La Biblioteca di Babele: Borges / Ricci

«Nadie rebaje a lágrima o reproche / Esta declaración de la maestría / De Dios, que con magnífica ironía / Me dio a la vez los libros y la noche. / De esta ciudad de libros hizo dueños / A unos ojos sin luz, que sólo pueden / Leer en las bibliotecas de los sueños / Los insensatos párrafos que ceden…» No deja de resultar curioso que el autor de estos versos –Jorge Luis Borges– terminara convertido en el lazarillo imprescindible de algunos privilegiados, a los que durante años nos ha sabido conducir por un laberinto de lecturas infinitas. Cito de nuevo a Borges y rescato del prólogo a su libro Prólogos con un prólogo de prólogos (Ed. Torres Agüero) aquella declaración que sin duda le sirvió a Ricci para iniciar tan gratificante aventura editorial: «A lo largo del tiempo, nuestra memoria va formando una biblioteca dispar, hecha de libros, o de páginas, cuya lectura fue una dicha para nosotros y que nos gustaría compartir». La Biblioteca di Babele, el mito borgiano tan querido, dio nombre definitivo al ambicioso proyecto del diseñador-editor italiano. Una colección de lecturas fantásticas dirigida por Jorge Luis Borges que a lo largo de treinta y tres volúmenes fue editando a autores como Jack London, Cazotte, Melville, Pedro Antonio de Alarcón, Papini, Chesterton, Voltaire, Kipling, Stevenson o Poe. Los volúmenes de La Biblioteca di Babele se publicaron en un formato manejable y estilizado, impresos en Bodoni cuerpo 14 con interlineado amplio, márgenes generosos y sobre papel crema de gran calidad. Las cubiertas, en verjurado gris de mayor gramaje, iban ilustradas en el frontal con inquietantes collages de Marcella Boneschi. La colección se publicó posteriormente en español, por la editorial Siruela, a partir de 1983 hasta 1988, manteniendo todas sus características. Hoy, descatalogados todos aquellos volúmenes, se han convertido en una búsqueda codiciada por los coleccionistas. Afortunadamente Antonio Fernández Ferrer, director de la Cátedra Jorge Luis Borges en la Universidad de Alcalá, nos recuperó, con una clarificadora presentación y un detallado apéndice, todos los prólogos de la colección en un volumen de la Biblioteca Borges en Alianza Editorial.

Cubiertas de Marcela Boneschi para “La Biblioteca di Babele”.

Cubiertas de Marcela Boneschi para “La Biblioteca di Babele”.

Diseño para la Universidad de Alcalá

En 1996, el Centro de Estudios Jorge Luis Borges de la Universidad de Alcalá,  publicaba Conjurados, el número uno de un anuario borgiano que ignoro si en años posteriores tuvo continuidad. El diseño se debía, por supuesto, a Franco María Ricci. Impreso en Milán, se ajustaba perfectamente a la bellísima estética del sello editorial FMR. El primer número de aquel Anuario borgiano estaba dedicado a: «…la memoria de quienes lo hicieron –y ahora lo hacen desde el gran mar– posible, como amigos, como cronopios, como conjurados: Julio Cortázar, Eliseo Diego, Michael Ende, Alberto Girri, Jaume Llompart, Luis Maristany, Enrique Pezzoni…» Cuando se cumplieron treinta años de la creación de La Biblioteca di Babele, la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, la Universidad de Alcalá y su Centro de Estudios Jorge Luis Borges, homenajearon al diseñador Franco Maria Ricci con su presencia en el Paraninfo de la Universidad y las intervenciones de María Kodama, Claudio Guillén y Antonio Fernández Ferrer. Conocimos entonces al admirado maestro artesano de tan bellísimas páginas impresas. Vino a mostrarnos el legado de la selección preparada por aquel legendario escritor argentino, autor del Elogio de la sombra quien, a pesar de sus ojos sin luz que sólo podían leer en la biblioteca de los sueños, nos sigue conduciendo aun hoy por senderos que se bifurcan pero que confluyen en lecturas infinitas. En estos días evoco la flor de plástico rojo que Ricci gustaba de lucir en la solapa. Trato de recordar y recortar su elegante figura en el entorno del Paraninfo. Tal vez sea solo un esfuerzo inútil por intentar convocarlo junto a esos otros impresores del Renacimiento que en este mismo lugar llevaron a cabo una sorprendente aventura gráfica.