la Luna del Henares: 24 horas de información

García Lorca en la Hostería del Estudiante / Por Vicente Alberto Serrano

García Lorca en la Hostería del Estudiante / Por Vicente Alberto Serrano

Desde la Oveja Negra

Años atrás, a comienzos de cada verano, justo cuando finalizaba el curso académico, solía celebrarse una fiesta en los jardines de la Residencia de Estudiantes que se alargaba hasta altas horas de la madrugada. Aquellas noches, alrededor del longevo optimismo de Pepín Bello, la Colina de los Chopos –tal como la definió Juan Ramón Jiménez– recuperaba parte de su pasado a través de una memoria que le había sido secuestrada durante más de cuarenta años. Allí me presentaron a una de las componentes de La Barraca, mítico grupo teatral que durante el tiempo esperanzado de la República se empeñó en levantar el tablado de la farsa en los pueblos más recónditos. Tal vez por mi vinculación con Alcalá surgió entre sus recuerdos algunas tardes pasadas en la Hostería del Estudiante, cuando Federico y Eduardo Ugarte, después de una representación de éxito, solían invitar a merendar migas con chocolate a toda la Compañía.

Componentes de La Barraca. Madrid, 1933

Componentes de La Barraca. Madrid, 1933

La Hostería del Estudiante

En 1929, el año del golpe fallido de Sánchez Guerra contra la dictadura de Primo de Rivera, el marqués Benigno de la Vega-Inclán que había sido nombrado por Alfonso XIII, Comisario Real de Turismo, continuó con su política expansiva de crear una Red de Paradores por todo el territorio nacional. Tras la inauguración del de Gredos el año anterior; en tiempos tan represivos e inquietos como aquellos no solo se atrevió a abrir al público el de Oropesa, sino que en un edificio anejo a la que fuese Universidad Complutense –en concreto dos alas del antiguo Colegio Menor de San Jerónimo–  se empeñó en recrear una especie de mesón del Siglo de Oro, evocador de lejanos y perdidos tiempos estudiantiles. Los artífices de aquel interiorismo historicista fueron Julio Cavestany, delegado del Patronato Nacional de Turismo y el arquitecto Miguel Durán. La prestigiosa revista Cortijos y Rascacielos en su número 3 (invierno  1930) dedicaría varias páginas con un amplio reportaje describiendo la Hostería que se había inaugurado en «la más alegre de las viejas ciudades castellanas que brinda ahora al viajero un castizo rincón cervantino» y proseguía con la característica prosa triunfalista de la época: «Aquí, para el turista cansado o para el que ha de tomar fuerzas para recorrer la vieja ciudad, unas lindas muchachas vestidas con el traje típico de Castilla, le servirán, alegrados por los vinos de la tierra, los condimentos de tradición nacional: jamón serrano, tortilla a la española, chocolate con migas…»

Residencia

En el número de abril de 1933, la revista Residencia reproducía –como publicidad– a toda página, un atractivo anuncio de la Hostería del Estudiante. Siempre quise pensar que aquella imagen fue el reclamo para que Federico García Lorca y Eduardo Ugarte lo escogieran como lugar ideal donde celebrar con sus discípulos de La Barraca los triunfos de las representaciones de Lope de Rueda, Calderón, Tirso o

Anuncio de la Hostería del Estudiante aparecido en la revista “Residencia” (abril 1933)

Anuncio de la Hostería del Estudiante aparecido en la revista “Residencia” (abril 1933)

Cervantes. Por eso, tras la exitosa gira del verano del 33 por los pueblos de La Mancha, decidieron reunirse a merendar, más de una vez, entre aquella ambientación que parecía inspirada en las escenografías que pintores como José Caballero, Norah Borges, Manuel Ángeles Ortiz o Benjamín Palencia realizaban para tan legendarias representaciones. También me gustaría imaginar las desvencijadas camionetas de las giras aparcadas en la calle de San Pedro y San Pablo, mientras por las ventanas se escapaba la alegría de versos desenhebrados en las voces entremezcladas de Jacinto Higueras, Mari Carmen García-Lasgoity, Luis Sáenz de la Calzada, Carmen Galán,  Julia Rodríguez, Rafael Rodríguez Rapún, Concha Polo, Eduardo Ródenas y otros muchos componentes de la Compañía. Seguro que todavía embutidos en sus monos azules de trabajo perfilados sobre el telón de fondo de paredes encaladas y pellejos conteniendo los vinos oscuros y pastosos de Arganda, Yepes y Tomelloso. Una noche de noviembre de aquel mismo año, del edificio de enfrente –entonces prisión y hoy Parador de Turismo– se fugaba don Juan March, el último pirata del Mediterráneo, que años más tarde tendría un papel destacado en la subvención y el casting de los sublevados contra la República.

Morla Lynch, Lorca y el capitán Iglesias

Hace poco tiempo llegué a descubrir que Lorca no conoció la existencia de la Hostería a través del anuncio de la revista Residencia. Carlos Morla Lynch, diplomático chileno, escritor y músico aficionado, residió en nuestro país durante la fase final de la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y el trágico desarrollo de la Guerra Civil. Conoció a fondo la vida intelectual española de aquellos convulsos años y dejó unos inapreciables testimonios escritos, de los que destaca sobre todo En España con Federico García Lorca (Ed. Renacimiento) al que le uniría una profunda amistad durante la primera mitad de la década de los treinta. En sus páginas describe –septiembre de 1931– la primera visita que hicieron juntos a la Hostería del Estudiante. Habían sido invitados por el capitán Francisco Iglesias Brage, convertido en héroe de la aviación española tras aquella epopeya de atravesar sin escalas, en compañía del capitán Ignacio Jiménez, el océano Atlántico, desde Sevilla a Salvador de Bahía, a bordo del “Jesús del Gran Poder”.  Paco Iglesias residía en Alcalá en una casa que Morla describe como: «…acogedora y confortable y aunque demasiado llena de cosas, es de una limpieza impecable. Todo en ella aparece recién bruñido y encerado». Más adelante relata: «El capitán nos lleva enseguida a merendar tortilla de patatas –la clásica tortilla española– a la incomparable Hostería del Estudiante. La Hostería del Estudiante, de Alcalá de Henares, con su inmensa chimenea de piedra y sus asientos, junto a ella, cubiertos de cueros de ovejas, es uno de los sitios en que uno se siente bueno y amigo de todo el mundo».

«La Hostería con su inmensa chimenea de piedra y sus asientos, junto a ella, es uno de los sitios en que uno se siente bueno y amigo de todo el mundo». Así la definía Enrique Morla Lynch. Postal de la época en que solía visitarla Federico y los suyos

«La Hostería con su inmensa chimenea de piedra y sus asientos, junto a ella, es uno de los sitios en que uno se siente bueno y amigo de todo el mundo». Así la definía Enrique Morla Lynch. Postal de la época en que solía visitarla Federico y los suyos

El final

Tal y como me contaba una noche en los jardines de la Residencia, aquella componente del grupo La Barraca, Federico debió frecuentar alguna tarde que otra el sugerente entorno de la Hostería para celebrar con los suyos, el éxito de las arriesgadas aventuras teatrales por los pueblos de España. Sin embargo, no deja de ser estremecedor que uno de los últimos encuentros de Morla Lynch con Federico tuviese lugar en la Hostería del Estudiante. El 5 de julio de 1936, en compañía de Rafael Martínez Nadal y Antonio de las Heras, camino de la finca de Miralcampo donde pasarían todo el día, se detuvieron en la Hostería para tomar unas patatas fritas y unos chorizos asados antes de continuar ruta hasta la finca del Conde de Romanones. «La cena tiene lugar en la pérgola –escribe Morla– Federico está muy charlador, contento, pletórico de vida. Se relatan sabrosos cuentos gitanos. Por una vez no se habla de política ni de la intranquilidad crónica que reina en España». Cuarenta y cinco días después Federico García Lorca sería asesinado entre Víznar y Alfacar. Antonio Machado, al conocer la noticia, escribiría: «Muerto cayó Federico / ‑sangre en la frente y plomo en las entrañas­- / …Que fue en Granada el crimen / sabed –¡pobre Granada!­-, en su Granada».

 

Vicente Alberto Serrano