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Hasta siempre Dylan / Por Anabel Poveda

Hasta siempre Dylan / Por Anabel Poveda

Esta semana no había escrito blog, pero aquí, en medio del shock y con la Drama Queen apoderándose de mí, me dispongo a hacer mi humilde homenaje a ese amor platónico de la adolescencia que marca una época de tu vida. Yo he tenido dos de esos amores… uno de ellos era el personaje de Dylan en la serie de los 90 “Sensación de Vivir”. Al otro no lo voy a nombrar porque temo demasiado que compartan un final tan injusto y precipitado.

 

Es lunes, estoy en pijama, con los ojos llorosos, intentando superar la muerte de Luke Perry. Mirando de forma compulsiva Twitter, sintiéndome cerca de los millones de mujeres que, rondando la cuarentena, entierran hoy lo que quedaba de la quinceañera que llevábamos dentro. La semana pasada, cuando leí que el actor había sufrido un derrame cerebral me temí lo peor, y no me equivoqué… hoy, el malote de los 90, el tío duro con corazón de pan Bimbo, la mirada intensa, el niño rebelde acomodado que coqueteaba con las drogas y el alcohol, el cincuenta por ciento de Dylan y Brenda, nos decía adiós. Creo que actualmente triunfaba en la serie “Riverdale”, pero yo decidí que para mí siempre tendría veinte años.

Seguro que si en los años noventa estabais en plena edad del pavo os enganchasteis a las historias del instituto “Beberly Hills 90210”. Me quedo corta si digo que aquella pandilla marcó una generación.

Dos hermanos mellizos, una mudanza, un cambio de instituto, nuevos amigos y más experiencias por minuto de las que eran capaces de gestionar: amores, desamores, traiciones, celos, deslealtades, secretos, complejos… un culebrón a la americana que nos volvió completamente locos.

Yo era de Dylan

El mundo se dividía en Dylanistas y Brandonistas, en función de quién fuera tu ídolo, tu amado, o tu crush que dirían los jóvenes de ahora. Yo siempre fui de Dylan… y siempre soñé con ser Brenda, su amor imposible, su relación tóxica, su chica.

 

Ella tan morena, tan delicada, con ese pelo tan liso y ese flequillo tan perfecto y yo, por aquellos entonces, tan salvajemente acomplejada, con el pelo tan rizado, las cejas tan anchas y la autoestima tan estrecha.

Yo quería ser ella, en las escenas de besos, en las peleas, en esa ruptura mítica, en la playa, de noche, en un descapotable y con “Losing my religion” sonando de fondo… qué secuencia tan poderosa que 29 años después me sigue erizando el pelo.

Yo, que todavía no había vivido nada parecido a aquel romance; yo, que tenía mucho más que ver con Andrea, la feíta inteligente responsable del periódico del instituto, que con las rubiacas protagonistas de la serie; yo, que llevaba sus posters de la Súper Pop en la carpeta… YO, SÍ YO, que en un arranque de nosécómodenominarlo le escribí una carta de amor a Luke Perry y se la mandé a quién sabe qué dirección.

Date un homenaje

Hoy, para homenajearle, además de haber vuelto a ver vídeos en Youtube, fotos y secuencias de los primeros episodios, he decidido celebrar la vida y darme un homenaje. He cambiado las verduras hervidas que tocaban por un festival de sushi… porque la vida son dos días, porque Luke solo tenía 52 años, porque yo lo valgo y porque la cosa se tuerce cuando menos te lo esperas y en 24 horas te das cuenta de que los 90 se derrumban y algo de ti con ellos.

Lo que he hecho esta noche se llama… “Sensación de vivir”.