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In memoriam. Fernando Ortés, sargento Policía Municipal de Villalbilla / Por Antonio Campuzano

In memoriam. Fernando Ortés, sargento Policía Municipal de Villalbilla / Por Antonio Campuzano

Fernando Ortés Hita falleció en Villalbilla, el 30 de agosto de 2021, de cáncer, a los 62 años.

Fernando Ortés fue sargento de la Policía Municipal de Villlalbilla hasta el 30 de agosto en que el escalafón de la providencia se agitó para provocar desplazamientos. Este desplazamiento, como tantos otros, llevan la injusticia como bandera de conveniencia.

Fernando, también con la denominación diminutiva de “Fernandito”, como era acogido por la nomenclatura de la Villalbilla de siempre, la “vintage”, ha cogido contra natura la trayectoria invalidante del adelanto biológico extemporáneo para abandonar este mundo: no le tocaba ni por generación ni por entusiasmo. Pero 62 años ha sido el límite marcado para su paso por este planeta. Y es un motivo apasionante de pesar y de malestar por un designio tan menesteroso.

Fernando inauguró la autoridad local de Villalbilla, en 1990, con 31 años de pasado y muchos más de futuro, después de un paso de explosión deportiva en la disciplina del fútbol en su Atlético de Madrid. Su etapa juvenil fue compartida, entre otros, con Pedro Carrasco, del vecino Torres, y con Julio Alberto Moreno, este último con proyección estelar. De afirmación defensiva, central de no esconder la pierna, su didáctica deportiva le fue de gran utilidad en la responsabilidad de orden público, donde habría de generar usos y costumbres jamás vistos en un pueblo como Villalbilla y adyacentes, donde la autoridad pre democrática venía generada por el toque de corneta del alguacil.

Nuestro hombre ahora desaparecido y protagonista del primer funeral de “estado”, con presencia de cuerpos y fuerzas de seguridad, con parada y cortejo fúnebre, era propietario de “nativitate” de unas facciones más adecuadas al celuloide que al imperativo de la fuerza. Un cruce entre Don Johnson y Alberto San Juan resultó posible para el ejercicio de la responsabilidad en la seguridad y el equilibrio entre disfrute de ocio y calma con sosiego. La “otra cara de la luna” del malogrado sargento se podía observar de cerca con motivo de las fiestas de San Miguel: los ropajes de la púrpura del departamento de Interior se caían en beneficio de una gabardina tres cuartos isotérmica, valía igual para unas fiestas malas o buenas en clima, con el complemento de una repetidora automática comprada en el puesto del gitano José Miguel.

Ese desdoblamiento de personalidad entre el orden de Villalbilla y la convivencia en su “bronx” particular, era desarrollada por Fernando con observaciones y modismos hacia el terrorismo de andar por casa y el humor más ingenioso producido a las tres de la madrugada, la hora bruja entre las vaquillas y el caldo restaurador. El sargento caído por la apetencia  de un sarcoma canalla representaba la ambivalencia entre el pueblo profundo del Villalbilla del siglo XX y su salto de longitud hacia la centuria del XXI.

Fernando tenía tres campos de entrenamiento para su desenvolvimiento y compromiso vital: su familia con el complemento vitamínico de Guadalupe y sus tres hijas; el despacho de operaciones policiales; y el campo estratégico de la Peña El Petardo, donde la gabardina y otros pertrechos, con los inseparables Rober y Chilillo. Se ha adelantado la hora fatal de Fernando y el pueblo de Villalbilla se ha estremecido con la presencia en el mismo lugar de un ataúd con la enseña del Atleti, las fuerzas de seguridad del Estado, la iglesia concelebrante, la ciudadanía con la fuerza del aplauso-homenaje. Todas las fuerzas recogidas en la misma dirección marcada por una persona joven que estrenaba ciclo hace una generación y que ha visto truncada su etapa de la tercera edad.

No ha sido posible “evitar la muerte en suaves cuotas”, como decía Neruda, sino que el mal definitivo se ha hecho presente para llevarse todo de golpe. A partir de ahora se impone, al decir de Walter Benjamin, “la legalidad del recuerdo”. Se abre la puerta del recuerdo “legal” para con Fernando Ortés, hombre de diseño de orden, pero intacta rememoración de su gabardina por San Miguel.