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José Ramón Fernández le escribe a doña Emilia / Por Vicente Alberto Serrano

José Ramón Fernández le escribe a doña Emilia  /  Por Vicente Alberto Serrano

Desde La Oveja Negra

Al parecer, cuando doña Emilia Pardo Bazán irrumpió en el mundo de las letras, se encontró desde sus inicios con la reticencia y el rechazo de una sociedad literaria que estaba acostumbrada a mojar la pluma en el tintero de la misoginia. Valera, Menéndez Pelayo, Pereda, Palacio Valdés o Clarín (Galdós es caso aparte por conocidas razones), gustaban de ironizar en sus cartas cada vez que salía el tema de la Pardo. Ellos, que buscaban otros propósitos cuando aspiraban a la compañía e intimidad femenina, se sintieron atemorizados y amenazados ante una mujer que sabía esgrimir con la pluma y apuñalarlos y herirlos con la inteligencia en combate tan desigual. Emilia Pardo Bazán defendió como nadie ser escritora y ser mujer en el contexto de su sociedad y de su tiempo, y logró navegar con placer, soltura y sinceridad por los caminos del naturalismo; movimiento tan poco dado –según los críticos– a la débil escritura femenina; tal vez por eso repetían en todo momento aquello del aliento viril, cuando tenían que referirse a su estilo.

Cubiertas de las dos ediciones de “Cartas a Galdós”.

Cartas a Galdós

En 1978, Carmen Bravo Villasante publicó en la editorial Turner Cartas a Galdós; se trataba de una reducida selección de la extensa relación epistolar que Emilia Pardo Bazán mantuvo con el autor de Nazarín. Colección de cartas, algo más de un treintena, que la biógrafa de ambos –tanto de Galdós como de la Pardo Bazán– descubrió en los archivos de la Real Academia de la Lengua. Páginas que al principio temí que me perturbaran, porque parecía que era como entrar, sin llamar, en la pasión e intimidad de una secreta y supuestamente escabrosa relación de dos admirados escritores. La lectura de cualquier epistolario es como destrozar una puerta sin permiso. Sin embargo aquellas cartas que recogía la edición de Bravo Villasante, más que perturbarme o escandalizarme, produjeron el efecto contrario. En primer lugar me aportaron ciertos detalles sobre las absurdas polémicas y envidias literarias de otro tiempo, también la lúcida opinión de la escritora gallega ante el análisis de algunas novelas galdosianas; todo ello enredado, por supuesto, entre los sugerentes perfiles de una relación compleja, pero sin inhibiciones, al menos por parte de una mujer que, con inusitada sinceridad y libertad, expresaba sus sentimientos de pasión hacia el hombre admirado primero y amado y deseado después. Cuando se ha trasteado por esa correspondencia íntima, se hace necesario regresar sobre Insolación (Ed. Reino de Cordelia) la novela de doña Emilia y Tristana (Alianza Ed.) escrita por Galdós. Su relectura nos las hará aún más comprensibles.

Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán.

Miquiño mío

El 4 de enero de 2020 se cumplía el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós, que acabó sus días prácticamente ciego y arruinado. El 12 de mayo de este año se conmemoraba el centenario de la muerte de doña Emilia Pardo Bazán, aquella mujer: «De naturaleza expansiva –según la describe Carmen Bravo Villasante en su biografía– que no quiso refugiarse, enclaustrarse en una actitud puritana al estilo de Concepción Arenal o de Fernán Caballero, que parecían disculparse al escribir.» En 2013 Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández, prepararon una nueva edición para Turner Noema Ed. que, en la actual tercera edición, contiene las noventa y cuatro cartas de doña Emilia recuperadas hasta ahora. Con el título de Miquiño mío”. Cartas a Galdós se articulan en sus páginas tres bloques, a modo de capítulos que reparten esa correspondencia cronológicamente; desde 1883 a 1915. Tres periodos: I. Inicios y consolidación de la amistad. II. Amor, ruptura, reconciliación y III. Distancia, amistad. Volumen que se enriquece con un extenso y clarificador prólogo y unas detalladas introducciones a todos y cada uno de esas etapas, donde una amistad se consolida en una tórrida relación para, tras la ruptura por los celos del interlocutor y posterior reconciliación, finaliza con la amistad desde la distancia.

El testimonio oculto de Galdós

En tan absurda –pero muy triste– etapa de posguerra, siempre resultó paradójico (casi todo era paradójico y algo siniestro) que la residencia de aquella mujer desinhibida que luchó en todo momento por sus convicciones, ante la moralidad y machismo imperante de la época, acabase como lugar de vacaciones del dictador y su familia. En el Pazo de Meirás se conservaba la biblioteca de doña Emilia y se suponía que también las apasionadas cartas que don Benito debió dirigirle en contestación a las suyas. En alguna ocasión se llegó a comentar que doña Carmen Polo, en un arrebato de pudor, lanzó al fuego purificador todas aquellas sinvergonzonerías. Pero, al parecer, de tan hipócrita beatería de posguerra se salvaron casi un centenar de esas contestaciones a los apasionados arrebatos de doña Emilia. Están protegidas por el celo de una familia de coleccionistas que sin embargo no quieren desprenderse de ellas. Por tanto seguiremos sin conocer el testimonio oculto de Galdós. Ignoraremos aún sus contestaciones a los ardientes comentarios de la Pardo Bazán. Incluso nos quedaremos sin saber todavía su reacción ante la carta en la que doña Emilia le detalla con toda sinceridad, inusual para aquel tiempo, la fogosa aventura mantenida con Lázaro Galdiano en la Barcelona de la Exposición Universal.

Cubierta de “Emilia, borriquita…” (Ed. Reino de Cordelia) y José Ramón Fernández.

Jose Ramón Fernández le escribe a doña Emilia

El 13 de octubre de 2010 se estrenaba en la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero, La colmena científica o El café de Negrín. Comentaba el dramaturgo José Ramón Fernández –autor de la obra– que se trataba de un texto en homenaje a la Residencia de Estudiantes, y situaba la acción en el laboratorio de Fisiología donde su director Juan Negrín preparaba café y solía organizar una tertulia. José Ramón puso voz al propio Negrín, también a Moreno Villa, Ramón y Cajal, Severo Ochoa, Ángel Llorca y Justa Freire, en un montaje dirigido por Ernesto Caballero. En 2011 La colmena científica… (Ed. Residencia) obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Diez años más tarde, la editorial Reino de Cordelia acaba de publicar Emilia, borriquita…, un libro que le hubiese encantado leer a su admirado Max Aub, ya que aquí José Ramón Fernández intenta el mismo juego que el autor de Josep Torres Campalans. Se atreve a contestar a doña Emilia a través de unas cartas que no escribió Galdós, cuando las auténticas aún permanecen ocultas. Para nosotros el juego literario en esta ocasión podría consistir en ir alternando la lectura de las ardorosas cartas de la Pardo Bazán con las puntuales contestaciones apócrifas de Pérez Galdós. Por ahora estas cartas reinventadas por José Ramón, nos sirven para ampliar aún más el panorama literario de la época. A través de ellas conseguiremos nuevos  datos sobre las absurdas polémicas y envidias literarias de otro tiempo, la lucha por alcanzar un sillón de la Academia para un escritor que los prejuicios morales de su entorno lograron arrebatarle la consecución del Premio Nobel. Una minuciosa lectura de la amplia obra galdosiana supongo le ha servido a José Ramón para conseguir un estilo a la manera de don Benito y así contestarle a doña Emilia. Encontraremos en estas cartas, la admiración y defensa ante el ciclo de conferencias que la autora de Morriña impartió en el Ateneo madrileño sobre los escritores rusos, hasta entonces desconocidos en nuestro país (Galdós asistió a todas ellas en primera fila), conoceremos los certeros análisis a muchas de las novelas de su amante, así como los avatares y dudas ante su propia obra; también algunas maquiavélicas contestaciones para disimular tan apasionada relación. Incluso un incontenido arrebato de celos al ser informado, primero por Narcís Oller y más tarde, con toda sinceridad, por la propia Emilia sobre una ardiente aventura en las costas catalanas que luego su protagonista supo trasladar a la madrileña romería de San Isidro en su novela Insolación. Hasta que nos dejen descubrir las auténticas cartas que Benito Pérez Galdós dirigió a Emilia Pardo Bazán, nos contentaremos con éstas apócrifas enviadas a su querida Borriquita. Magníficas por tanto. Algún día, con las verdaderas a nuestra disposición podremos hacer una comparativa. Por ahora las falsas nos han servido para completar tan sugerente relación y valorar aún más a dos escritores imprescindibles de nuestra literatura.