la Luna del Henares: 24 horas de información

Josep Pla y la revista “Destino”  / Por Vicente Alberto Serrano

Josep Pla y la revista “Destino”   /   Por Vicente Alberto Serrano

Luces y sombras

Siempre me resultó peculiar la trayectoria, pero sobre todo el origen, de una de aquellas revistas que conformaron posteriormente buena parte de nuestra cojitranca formación intelectual. El 7 de marzo de 1937 se publicaba en Burgos el primer número de Destino, una especie de boletín ideológico editado por la jefatura territorial catalana de Falange y dirigido –inicialmente– a los catalanes del bando sublevado contra el gobierno legítimo de la República. Con una tirada inicial de mil ejemplares destinada exclusivamente a los suscriptores, pronto se amplió a cuatro mil. Los tres mil restantes se repartían entre los voluntarios y soldados de las Banderas y Tercios catalanes del ejército de Franco que se habían adherido al golpe. «Esta hoja (sic) quiere que sirva de lazo a las delegaciones, centurias y camaradas que cumplen con su deber de catalanes en diversos frentes de España.» Con tal vehemencia patriótica se cerraba el último párrafo del editorial o declaración de intenciones del primer número. En entregas sucesivas las firmas de Gonzalo Torrente Ballester, Eugenio D´Ors o Agustín de Foxá, se fueron sumando al proyecto con artículos tan exaltados e inquietantes como el titulado “Sobre gobiernos legítimos” escrito por Torrente Ballester y reproducido en el ejemplar del 28 de agosto del 38, donde se podía leer: «Discutir argumentos contra argumentos. Los de ellos, esa mezcla aguada de marxismo, democracia y cristianismo liberal que se llama de cualquier forma. El nuestro, el sindicalismo nacional, que definió José Antonio.» Pero para indignante la noticia publicada en las páginas de Destino el 28 de enero de 1938, dando cuenta de la Exposición del anteproyecto de la reconstrucción de Guernica inaugurada por el general Franco el 27 de diciembre del año anterior. En dicha reseña se recogen vergonzantes afirmaciones como: «Pero la iniciativa del Generalísimo, la labor de FET ganan un relieve particularmente simbólico al escoger para comenzar la reconstrucción de las ciudades inmoladas por el marxismo, precisamente Guernica. Guernica, la población que la propaganda marxista ha querido, con su falsa información, con sus campañas insidiosas, convertir innoblemente en cartel encubridor de sus reales designios destructores.» Creo que el párrafo no merece comentario alguno. Nosotros afortunadamente, por aquello de la edad, llegamos a las páginas de Destino muchos años después.

José Pla en “Destino

A finales de enero de 1939, los golpistas tomaron la ciudad de Barcelona. Tras editarse en Burgos el que parecía iba a ser el último número, Destino reaparece –cinco meses más tarde– en la capital catalana el 24 de junio de 1939, entonces a modo de publicación semanal para distribuir y vender en quioscos, por supuesto con el beneplácito del régimen y controlada por Ignacio Agustí y José Vergés. Lógicamente con la misma cabecera; nombre inspirado en una palabra de aquella frase emblemática de José Antonio. «España es una unidad de destino en lo universal». Tras la victoria de los suyos, José Pla trata de hacerse un hueco en los medios adictos a los vencedores; primero en La Vanguardia Española y más tarde en el madrileño diario falangista Arriba. Finalmente su paisano José Vergés lo acoge en las páginas de Destino. Con el título “La sonrisa española”, publica el primer artículo a finales de septiembre de 1939. Un texto en el que aplaude la neutralidad de la “nueva” España ante el conflicto de la recién comenzada Segunda Guerra Mundial. El escritor ampurdanés ya se había estrenado, en años anteriores, como cronista de la ajetreada vida parlamentaria española, según refleja en su libro Madrid. El advenimiento de la República (Alianza Ed.), un relato que se inicia a las siete de la mañana del 14 de abril de 1931, cuando el autor se despierta zarandeado por los movimientos del coche-cama que le conduce desde la Barcelona monárquica que abandonó la noche anterior, al Madrid republicano que se encontrará recién amanecido el nuevo día. Pla reseñó buena parte de la renovadora etapa política. Hasta pocos meses antes de la insurrección franquista iría anotando, con su característica precisión y agudeza, las vivencias cotidianas y sus encuentros y desencuentros con los protagonistas, políticos e intelectuales, de aquel tiempo esperanzador e inquietante. Más tarde, de todos es conocido su progresivo escepticismo, desencanto y crítica feroz a la República, incluso sus lamentables actuaciones como espía, desde el puerto de Marsella, durante la Guerra Civil, a favor de los militares sublevados; siempre con el respaldo de don Juan March en la sombra. Por tanto su incorporación a las páginas de aquella nueva etapa de Destino, debió surgir como un hecho lógico y natural.

Portada de la revista “Destino” con un reportaje de Pla sobre su visita a Rusia y cubierta de “Calendario sin fechas”, recopilación de algunos de artículos, de 1940 a 1975.

El destino de “Destino

Con un nacimiento tan exaltado y fascistoide, resulta digna de analizar la trayectoria posterior de Destino, sobre todo por su progresiva colisión ideológica con el régimen franquista que la había amparado y mimado en aquellos tiempos pretéritos de ardor patriótico contra la amenaza marxista y la conjura judeomasónica. La revista, ya ubicada en Barcelona, comienza a derivar de forma sutil, paulatina, pero sin pausa, hacia una oposición a la dictadura, fomentada por algunos de sus colaboradores habituales y recibida por una sociedad lectora que aspiraba a integrarse en el seno de las democracias europeas. La nueva ley de prensa en ningún momento pudo disfrazar la vigencia represiva de la censura y sobre la renovada revista que trataba de sofocar y ocultar su pasado tufo falangista, llovieron numerosos expedientes y sanciones administrativas que culminaron en el cierre temporal de la publicación a raíz de un texto publicado en la sección de “Cartas al Director” con el título “El catalán se acaba”. Aquello provocó el proceso judicial a Néstor Luján, como responsable entonces de la dirección (1967), condenado a ocho meses de prisión y una multa de diez mil pesetas. Nosotros ahora, desde la nostalgia de una época concreta en la que tal vez nos considerábamos rebeldes con causa, evocamos el tiempo pasado, cuando cada semana le comprábamos a Paco, el librero de la plaza, las revistas Destino y Triunfo. Con ellas bajo el brazo ya nos creíamos progres, creyendo que paseábamos orgullosos un ramillete de libertad, eso era mucho antes de que pudiésemos acceder libremente al visionado de algunas películas prohibidas y a la lectura de ciertos autores censurados.

Calendario sin fechas

Destino, a finales de los sesenta y hasta mediados los setenta, cuando la comprábamos allá en la Plaza. Se trataba de una revista intensa, árida, con un diseño sobrio, toda ella en escala de grises, incluida la portada. Sin apenas imágenes ni fotografías, pero con unos textos tan elaborados y densos que apenas nos daba tiempo a leerlos en su totalidad, y sobre todo digerirlos de una semana a otra. Desde sus páginas nos recomendaron libros, películas y discos que consumíamos con una devoción casi de secta. Aprendimos a leer entrelíneas a aquellas magníficas firmas colaboradoras para poder discernir sobre política nacional. Entre las secciones de Destino descubrimos una fija con el título de “Calendario sin fechas” que al parecer venía firmando José Pla puntualmente cada semana desde 1940. En estos días la editorial Destino, hoy absorbida por el grupo Planeta, acaba de publicar Calendario sin fechas en edición y prólogo de Xavier Febrés quien ha seleccionado, con especial maestría y estrategia, medio centenar de los cerca de mil quinientos artículos que Pla redactó en castellano para las páginas de Destino, hasta que en 1975 Josep Vergés vendió la revista a Jordi Pujol: «un engreído de la Banca Catalana, de gran ambición –son palabras del propio Pla– propia del típico político ignorante.» Tal vez la causa última de su deserción fuese que Baltasar Porcel, que por entonces era el director, le prohibió la publicación de un artículo, bastante denigrante, sobre la Revolución de los Claveles en Portugal. Josep Pla fue un magnífico articulista en castellano como lo demuestra la selección de este libro. (Aunque al parecer –según nos cuentan– resultaba infinitamente superior cuando escribía en catalán, pero lamentablemente nuestra ignorancia siempre nos ha impedido disfrutarlo en su lengua). Él llegaba a afirmar que: «Un artículo, un buen artículo, no ha sido jamás obra de la inspiración. Es obra de la reflexión, de la estrategia, de la astucia.» Sin embargo su discutible tradicionalismo e inmovilismo nos llevó, en muchas ocasiones, al borde de la indignación y sobre todo del desencanto, cuando tuvimos que soportar leer su particular visión, no solo sobre el que nosotros considerábamos ilusionante y esperanzador resurgir de Portugal, sino también sus opiniones respecto al Chile de Pinochet o la Grecia de los coroneles.

Josep Pla ante su masía en Llofriu.

Chéjov al lado del fuego

Entre luces y sombras, la selección del Calendario sin fechas, que se nos ofrece hoy en este libro, hace reencontrarnos con ese estilo inteligible y limpio que siempre hemos admirado en Pla; sobre todo desde que leímos El cuaderno gris (Ed. Destino) en la impecable versión castellana de Gloria Ros y Dionisio Ridruejo. Ahora al releer artículos como “Chéjov al lado del fuego”, nos hacemos la ilusión de haberlo podido comentar con el autor, al arrimo del acogedor calor de su chimenea de la Masía de Llofriu. Nos hubiese gustado haber conocido a Pla personalmente y compartir con él, aquel otro estilo limpio de los relatos de nuestro admirado Chéjov. «Me gusta leer –escribió Pla– Probablemente, la única cosa que me ha apasionado en la vida ha sido leer.» Por lo menos me gratifica sentir esa misma pasión y sobre todo me apasiona poder seguir leyéndole, a pesar de algunos criterios y puntos de vista encontrados y lamentar solo poder disfrutarlo en castellano, aunque sea a través de magníficas traducciones en las que siempre intuimos la belleza de su prosa vernácula.