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La geóloga de la UAH, Teresa Bardají, analiza las características y posibles consecuencias del volcán de La Palma

La geóloga de la UAH, Teresa Bardají, analiza las características y posibles consecuencias del volcán de La Palma

Ante el fenómeno volcánico acaecido en la isla de La Palma y el enorme drama humano, la investigadora Teresa Bardají, catedrática de Escuela Universitaria en el Departamento de Geología, Geografía y Medio Ambiente de la Universidad de Alcalá, analiza los cambios del nivel del mar pasados y la evolución climática y ambiental en islas volcánicas, como la región ultraperiférica y Cabo Verde.

Tal y como adelanta la experta, el volcán de Cumbre Vieja, aunque esté activo, es de baja peligrosidad debido a que en el índice de explosividad volcánica (IEV) indica que está entre 1 y 2 en una escala del 0 al 8. En el mundo hay otras erupciones similares como el Etna, el Estrómboli o el Kilauea, en Hawái.

Por ahora, la erupción es de tipo Stromboliano puesto que combina la expulsión de lavas fluidas y piroclastos. La imagen, siendo tan novedosa y angustiosa a un mismo tiempo, no es la primera vez que ocurre en el Archipiélago. Por ejemplo, el último hecho histórico en este sentido fue el del volcán Tagoro, en la isla de El Hierro, en 2011, y en la misma Isla Bonita el volcán de Teneguía en 1971, por lo que hay isleños que ya han contemplado rugir a la tierra dos veces en su vida.

La profesora define la actividad sísmica que está teniendo lugar en las islas Canarias como “la normal asociada a islas volcánicas en actividad, la cual se relaciona con los movimientos ascendentes del magma intentando encontrar una salida a superficie. Lo habitual es que los sismógrafos se disparen y se genere lo que se denomina tremor volcánico, que no es más que el registro de una agitación sísmica continua de baja magnitud producida por el movimiento del magma previamente a la erupción. También, se pueden producir terremotos de baja magnitud (enjambre sísmico) y profundidad progresivamente menor, producidos por el movimiento ascendente del magma en los momentos previos a la erupción. La actividad sísmica se considera un fenómeno precursor de una erupción”.

Acerca de la durabilidad del fenómeno, la experta comenta que está relacionada con la cantidad de magma que deba evacuarse desde la cámara magmática, “esta puede a su vez retroalimentarse por lo que es muy difícil calcular cuánto va a durar, si echamos la vista atrás, la erupción histórica de menor duración fue la del Teneguía, en 1971, que duró 24 días”. Hace unos días, la lava llegó al mar, a lo que Bardají comenta que “en principio, la peligrosidad asociada a estos gases será mayor únicamente en las proximidades del punto donde se produzca la entrada de la lava en el mar. Como consecuencia de este proceso, la isla ha ganado terreno al mar, la fajana, tal y como ya ocurrió en otras erupciones históricas conocidas”.

El área afectada ha sido declarada por el Gobierno de España como zona catastrófica tras haber provocado la evacuación de más de cinco mil personas y la destrucción de más de un millar de edificios. En cuanto a la habitabilidad, la geóloga advierte que “aunque es cierto que tendrá que pasar bastante tiempo para ello, antes o después toda esa zona volverá a ser habitable. No hay que olvidar que todas esas casas y campos de cultivo se encuentran situados sobre coladas de lava previas, de naturaleza muy similar a estas. Además, las cenizas volcánicas pueden desarrollar suelos muy fértiles, y en unos plazos bastante más cortos, lo que ayudará al restablecimiento de la agricultura en la zona. Una vez que finalice la erupción habrá que esperar todavía un cierto tiempo hasta que la lava se enfríe totalmente y se pueda empezar con la fase de recuperación y reconstrucción, para lo que habrá que seguir las indicaciones de las autoridades y organismos competentes”.

Como se trata de un evento espontáneo, la catedrática explica que el riesgo natural se basa en tres factores: Peligrosidad, Exposición y Vulnerabilidad. “En lo que se refiere a la peligrosidad volcánica, poco se puede hacer excepto investigación y conocimiento del fenómeno. En la actualidad, las líneas de trabajo se dirigen en gran medida a establecer sistemas adecuados de alerta temprana que permitan la evacuación y la disminución de pérdidas de vidas”.

Para prevenir, hay diversas técnicas que intentan vislumbrar el futuro de la tierra como la utilización de sismómetros y acelerómetros, que miden la actividad sísmica y los movimientos del terreno; GPS, Inclinómetros o imágenes radar desde satélites que ayudan a detectar deformaciones del terreno; análisis geoquímicos de gases en fumarolas y suelos; medidas de flujo de CO2; análisis geoquímicos de aguas subterránea a partir de un muestreo periódico de las mismas; medidas de los cambios de temperatura; gravímetros para detectar cambios en la aceleración de la gravedad; magnetómetros, que miden cambios en el campo magnético local; y por último técnicas geoeléctricas, como por ejemplo, Tomografía Eléctrica, que dan información sobre la estructura de los edificios volcánicos y de su grado de estabilidad.

Acerca del papel de la divulgación en materia de riesgos, la investigadora pone de ejemplo a Japón y los terremotos, “la información es continua desde que se va al colegio, hasta los más pequeños saben qué hacer cuando se produce un terremoto, y los edificios están especialmente diseñados para resistir. Como consecuencia de todo ello, las pérdidas económicas y de vidas se han minimizado enormemente desde la segunda mitad del s. XX”, y subraya que se ha de huir de los bulos científicos que corren por las redes: “Es necesario fomentar la educación digital y la cultura científica en internet, no todo lo que está en las redes vale. En esta tarea, los medios de comunicación tienen mucho que decir y que aportar”.

Imagen del volcán: Radio Televisión Canaria