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La música de las alturas bajó a Alcalá de Henares

Por Olga Aparicio

Hacía tiempo que Alcalá no disfrutaba de un concierto a la altura de lo que debería ser habitual en una ciudad como la nuestra. Los que tuvieron la oportunidad de oírlo en la Iglesia del Convento de las Agustinas (que cerró dejando en la calle a otras trescientas personas), salieron maravillados por lo que acababan de presenciar.

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En principio, solo se trataba de cerrar un ya tradicional ciclo de música coral que el Ayuntamiento dota pobremente y sin ningún interés. No obstante, el Coro Lírico Miguel de Cervantes tuvo la intuición de acudir a la Orquesta Filarmónica Cervantina y de aquel tímido acercamiento surgió una producción grandiosa, única, que fue estrenada en Madrid el 23 de marzo y repetida en Alcalá el 24, dirigida respectivamente por José Jaime Charco y por Radu Stan, director suplente y titular respectivamente de la OFC25V.

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Los que han seguido la trayectoria artística de la Orquesta Filarmónica Cervantina conocen no solo su versatilidad y su capacidad para enfrentarse a esos proyectos artísticos ambiciosos que la han situado en muy poco tiempo como la orquesta más importante de toda nuestra comarca. Suele suceder, y este no es un caso distinto, que mientras los responsables de la cultura recelan del buen hacer de un proyecto que nació tan cerca de nosotros, desde muy lejos (incluso desde muy lejos de nuestras fronteras) se requiere la participación en eventos importantísimos. Lo que el sábado pudo oírse en Alcalá fue una obra recién descubierta, que prácticamente no se ha interpretado en Europa: el Requiem de Salieri, el que, junto a Mozart, fue el máximo exponente del clasicismo musical europeo y su rival más directo. Resulta inaudito que tengamos acontecimientos culturales de este calibre y que no se contara con presencia institucional (aunque sí pudo verse entre el público, a título personal, al concejal de Partido Popular Markel Gorbea), con lo cual es todavía más de agradecer que se ponga al servicio de nuestros ciudadanos en una iglesia local y con acceso libre.

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La batuta de Radu Stan consiguió conducir un coro perfectamente acoplado, que vimos crecido, seguro de sí mismo, en la que posiblemente ha sido la mejor interpretación que le hayamos visto hasta el momento. Seguramente parte de la responsabilidad de esa confianza resida en las notas de los ministriles de la OFC25V, que empujaban sus voces más allá de la imponente cúpula del Convento de las Agustinas. Cuando se dice que la música no es una creación del hombre, sino un instrumento que Dios puso a su disposición para adorarle, seguramente se está pensando en obras como los requiem de Salieri y de Schubert que el sábado pudimos escuchar. Más allá del componente religioso del repertorio, hubo momentos absolutamente épicos, memorables, en que el vello se erizaba, la garganta se anudaba, las lágrimas saltaban en algunos espectadores. Definitivamente, el concierto se saldó con la calificación de sobresaliente.