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Las mil caras / Por Eusebio González (*)

El populismo es la estrategia, que no ideología, que busca el apoyo de las clases populares. No importa cómo y a costa de qué; el objetivo de inocular la estrategia entre la ciudadanía somete a la realidad, al razonamiento e inevitablemente, en muchas ocasiones, a la verdad.

Algunas cosas buenas tiene la llegada del populismo a la escena política en nuestro país. La primera es que cuando padeces el populismo, cuando asistes a sus contradicciones, cuando sus consecuencias y actos apagan las expectativas que de antemano crea, la tendencia inmediata de nuestra sociedad es a poner freno a esa deriva. La segunda tiene que ver con el gran partido de la izquierda en España, el PSOE. La socialdemocracia española llevaba tiempo sin encontrarse, sin ser el referente que fue, perdiendo apoyos desde que el Presidente Zapatero dejó de serlo en diciembre de 2011. Y la llegada de Podemos, como mínimo, supuso el necesario toque de atención para el despertar al centenario Partido Socialista.

Perdónenme, acabo de expresarme en tiempo pretérito. Y no. Aún estamos en ese acto. Parecía que el PSOE había aprendido de sus dos estrepitosas derrotas, de las negativas consecuencias de pactar con Ciudadanos a la par que se cortejaba a Podemos (por lo de la credibilidad, digo) y que los socialistas emprendían el futuro con una convocatoria de congreso toda vez que la anterior dirección del Partido lo había retrasado diez meses. Y en esto que ocurre algo inaudito. El líder que dimitió tras perder una votación en un comité federal pretende que el futuro del PSOE no empiece y se quede atascado en un tiempo que la inmensa mayoría de socialistas queremos olvidar. Y no tanto por los 90 o los 85 diputados, que también, sino por esa dinámica de enfrentamiento entre compañeros, y de parte de la militancia con sus dirigentes, que el mandato del Sr. Sánchez nos deja como legado.

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Pedro Sánchez ha hecho historia al frente del PSOE. Ha cosechado las peores derrotas electorales que se recuerdan por la calle Ferraz y ha sido el primer secretario general que ha tenido que dimitir tras intentar convocar un congreso exprés para perpetuarse en el poder y desautorizarle el Comité Federal mediante votación democrática. Ahora, además, quiere seguir haciendo historia rompiendo una norma no escrita en las señas de identidad del Partido Socialista: quien se va no puede pretender volver. Ningún socialista ha dimitido de la secretaría general de la manera que lo hizo el Sr. Sánchez para luego volver a ella.

Pero el Sr. Sánchez quiere regresar porque ha cambiado. Ya no es aquel que pactaba con Ciudadanos dejando fuera del acuerdo la derogación de la reforma laboral. El Sr. Sánchez es ahora la izquierda de la izquierda. Ya no es aquel que, ciego, suplicaba un acuerdo a Podemos para ser Presidente, obviando que Podemos solo quiere acabar con el PSOE y que jamás le haría inquilino de la Moncloa (desplantes y feas ruedas de prensa mediante, aderezadas de cal viva en sede parlamentaria). Ahora el Sr. Sánchez no ve futuro al PSOE si no es en sinergia total con Podemos. Ahora el Sr. Sánchez es el único capaz de asegurar la voluntad democrática de la militancia. Ya no es aquel que la sepultó en el PSOE de Madrid, o que la ninguneó en Galicia, en Murcia, en Palencia… Es el nuevo Pedro Sánchez.

El PSOE debe impedir en su Congreso que la estrategia someta a la ideología y a los principios. Debe recuperar su carácter hegemónico en el espacio electoral de nuestro país, debe ser autónomo y alejado del populismo que representa el Sr. Iglesias y buena parte de la nueva dirección de Podemos; debe ser la única alternativa a la derecha del PP. Existe una fórmula: la que lleva a cabo el PSOE, por ejemplo, en Andalucía. Encuestas hechas públicas hace unos días con motivo del Día de Andalucía dan una ventaja media al PSOE de 10 puntos sobre el PP y más de 20 sobre Podemos.

La sociedad española ha reaccionado con lejanía y escepticismo al resultado del congreso de Podemos, el del reparto de cromos y el de las purgas. De ninguna manera puede ocurrir eso con el congreso del PSOE. La ciudadanía necesita de nuevo un gobierno progresista liderado por el socialismo democrático que solo el PSOE representa. Y eso pasa por no volver a fallar, por no errar de nuevo. La elección de Pedro Sánchez en 2014 no ha dado más que pésimas noticias para la socialdemocracia española. Es hora de un liderazgo sincero, reconocible para los socialistas, no el de las mil caras. Y ahí miro hacia el sur, a ese PSOE ganador, ligado estrechamente con los valores socialdemócratas que tanto han aportado al bienestar de España y a su progreso.

(*) Eusebio González es ex diputado del PSOE en la Asamblea de Madrid