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Luis de Blas nos dejó la puerta abierta / Por Vicente Alberto Serrano

Luis de Blas nos dejó la puerta abierta  /  Por Vicente Alberto Serrano

Desde La Oveja Negra

Recuerdo que aquellos fueron tiempos muy raros, como de rebeldías amordazadas. Por entonces muchos de nosotros creímos haber descubierto la poesía de compromiso a través de la canción. Paco Ibáñez consiguió perturbarnos –en 1968– al interpretar los versos de Gabriel Celaya para convencernos que la poesía era un arma cargada de futuro. Sin embargo eran momentos en los que únicamente estábamos tocando el fondo. En ciertos momentos, cuando nos arrebataban fogonazos de un pasado inmediato, descubríamos irremisiblemente que nuestra infancia tan solo eran recuerdos de una ciudad de cárceles, conventos y cuarteles donde, al parecer, hacía ya muchos años que habían dejado de florecer la magia de las palabras o en la que, a lo peor, nunca había existido la poesía.

Llanura

Pero un día tropecé con algunos ejemplares de Llanura, revista complutense de poesía; editada en Alcalá de Henares. Llegaron a publicarse hasta veintiún números, de carácter mensual; desde abril de 1962 hasta diciembre de 1963. No dejaba de ser significativo que la impecable impresión de aquella evasión lírica la hubiesen realizado los reclusos de Talleres Penitenciarios. Aunque las cubiertas, charoladas, las confeccionaba una imprenta de Madrid, tal vez para inferirle a la publicación cierto look que evitase la incómoda evocación de rejas y cerrojos. Trasteando por las páginas de muchos versos prescindibles, descubrí por primera vez la poesía de Luis de Blas. Desde entonces –no sé porqué– un verso suyo se me quedó fijado en la memoria y me aflora de vez en cuando, solo, desnudo sin relación alguna… aunque con una evocación inmediata al poeta, al que no llegué a conocer hasta muchos años más tarde: «Estas manos de viento y de rutina». Se trataba del primer verso de “Un poema en las manos”, publicado en el número 8 de la revista Llanura, noviembre de 1962. Así fue como aprendí que la poesía también era un arma cargada de pasado. Y sobre todo que en esta ciudad –en tiempos aun más raros– se conoció el esfuerzo por intentar que floreciese la magia de las palabras en una llanura de tanta tierra esquilmada.

Redactores de la revista poética “Llanura”. De izquierda a derecha: José Chacón, Pedro Gallardo, Tomás Ramos, Francisco Antón y Luis de Blas. (Foto procedente del libro “Tres siglos de prensa en Alcalá”).

En la librería Cisneros

No conocí a Luis de Blas hasta 1978, diez años después de que Paco Ibáñez nos conmocionara con los versos de Gabriel Celaya. Nos presentó el poeta José Mascaraque en la librería Cisneros, situada al final de la calle Mayor. Luis acabada de ganar el Primer Premio Hélade de Poesía, otorgado por el Ateneo Popular de Torrejón y estaba ilusionado porque le iban a publicar su primer poemario. Aquellas «manos de viento y de rutina» me ofreció el honor de que le maquetase su libro. Por entonces yo realizaba el diseño gráfico para el grupo poético “Síntesis”, dirigido por José Mascaraque y Valentín Arteaga, creado a la sombra de la librería Cisneros. Ellos avalaban el Premio Torre Ardoz de Poesía, otorgado el año anterior a Francisco Toledano por su libro Fábulas personales, publicado en la colección “Síntesis” que llegó a alcanzar una docena de títulos. La puerta abierta de Luis de Blas se publicaría en Gráficas Dehon, la misma y peculiar imprenta que editaba la colección “Síntesis”. En este caso la sensibilidad de poeta no hizo necesaria la labor del maquetador, él supo –mejor que nadie– montar sus poemas sobre las páginas a imprimir. «El libro –como apunta Manuel Rico en el clarificador epílogo que enriquece esta nueva edición– respira libertad y, lo que parece fundamental pese a su condición de primer libro, con el paso del tiempo se nos aparece como su obra más innovadora y arriesgada.» Señalar, por tanto, la limpieza del diseño, la imposición del verso libre alternado con esos poemas en prosa que se perfilan como bloques sin partición alguna de palabras infiriéndole a la gráfica la belleza necesaria para percibir mejor la musicalidad de las palabras. Todo ello unido a la maestría de saber implantar una tipografía distinta para los títulos que alternan con todo rigor la caja baja y mayúsculas para desembocar en los sugerentes versos del poema. Quisimos por tanto que la labor de la maquetación apareciese nominada y diferenciada del diseño de la cubierta en los títulos de crédito. Tal vez por una extraña decisión del gerente de la imprenta, finalmente no aparecieron reseñados ninguno de los dos creadores gráficos. Afortunadamente si se mostraba el nombre del autor de libro. Eso era lo importante.

Cubierta de “La puerta abierta” (1978), edición facsímil de Domiduca Libreros (2021).

La nueva edición de Domiduca

Domiduca Libreros ha tenido el acierto de publicar aquel volumen mítico en una edición facsímil a la que han añadido –a modo de epílogo– una amplia y lúcida interpretación de la poesía de Luis de Blas, a cargo de Manuel Rico que denomina La puerta abierta como: «Un libro innovador de un poeta al margen». Se trata de un detallado análisis sobre todos y cada en los los poemas que invitan para regresar a este libro, cuarenta y tres años después, y descubrir los innumerables registros que contiene la poesía de Luis de Blas.

Entrar sin llamar

Luis de Blas nació en Alcalá de Henares en 1935 y murió en esta ciudad el pasado año a causa del coronavirus. En el poema que da título a su libro, nos recuerda que está de par en par la puerta abierta de su casa. Que nos espera, que no hace falta anunciarnos para atravesar el umbral. Que pasemos hasta los últimos rincones, entre los libros, entre los versos, entre sus hijos: «porque mi esposa me acompaña y sonríe con nosotros.» El poeta se nos ha ido, como diría su admirado Miguel Hernández: «un empujón brutal te ha derribado». Pero ha tenido la generosidad de dejarnos la puerta abierta, por eso hoy tenemos el deber de entrar sin llamar en éstas páginas; los que lo admirábamos para recorrer de nuevo aquellos versos que nos reafirmaron en que la poesía siempre ha sido un arma cargada de esperanza; los que se cruzaron con él alguna vez por la calle, para descubrir que aquel hombre sencillo era un magnífico poeta.