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La solidaridad se cose puntada a puntada en las casas de los vecinos de Marchamalo

La solidaridad se cose puntada a puntada en las casas de los vecinos de Marchamalo

Un grupo formado por unos 70 vecinos confecciona mascarillas en sus casas. Desde Marcos de 3 años a Pilar de 89, todos ponen su granito de arena en la lucha contra el coronavirus

«Juntos somos mejores», las palabras son de Leticia Peinado, una de las vecinas de Marchamalo que desde este fin de semana no se despega de su máquina de coser confeccionando mascarillas, un artículo imposible de conseguir ahora mismo y que tanta falta hace. Lo dice con la voz entrecortada por la emoción, mientras añade con humildad que es lo que ella puede aportar a una situación que espera pase lo antes posible.

Las de Marchamalo no son mascarillas homologadas. No sirven para los profesionales que están en la primera linea de fuego, como explica la Concejala de Festejos y Seguridad María del Carmen Martín, pero son las mascarillas de la solidaridad y del corazón. Las que sirven para los operarios que trabajan en la calle, los que atienden de cara al público, quienes tienen un familiar contagiado en casa o para cualquiera que necesite salir a la calle a realizar tareas de primera necesidad. Les hubiera gustado homologarlas, pero como recuerda Álvaro García, Responsable de Prensa del Ayuntamiento, «el proceso era demasiado complicado», y éstas cumplen una inestimable función.

Cuenta Miriam Adán (Foto superior), que ella aprendió costura por «hobby». Le gustaba hacerse vestidos y ahora, esta agente de seguros que estudia Historia del Arte, ha cambiado el teclado del ordenador por la máquina de coser.  Se enteró a través de las redes sociales que se buscaba gente para confeccionar mascarillas y no se lo pensó dos veces. Ella, que derrocha energía y eficacia, ya había hecho sus pinitos con los empapadores que tenía en casa.

También sabía coser la concejala María del Carmen, o Mari, como le llaman coloquialmente; porque ya se sabe que en los pueblos sobran los formalismos institucionales e impera la cercanía. Así que ella era la persona idónea para comandar esta iniciativa que un particular le propuso al alcalde, Rafael Esteban.

TNT para confeccionarlas

Al principio estaban un poco perdidos con el material, pero a Rafa (así le llama Mari), se le hizo la luz a las 6:00 de la madrugada cuando descubrió el TNT, un tejido que se usa en la confección de material médico y que por su «morfología», es capaz de  actuar como barrera bacteriana  y bloquear los gérmenes patógenos de los fluidos.

El siguiente paso fue, dice Mari con cierta guasa, esperar a que amaneciera y ponerse a buscar a un proveedor. Un conocido les proporcionó unos cuantos rollos, se puso un anuncio en redes en busca de voluntarios y ahí empezó esta cadena solidaria tan potente como una explosión de trinitotolueno, con el que el tejido comparte siglas.

Toda la familia colabora

En su casa, toda la familia colabora. Unos cortan y otros embolsan los trozos de material, de aproximadamente 10 metros, que los operarios de Protección Civil reparten luego por las casas de quienes se ocupan de confeccionar las mascarillas. En esas bolsas, donadas por otro vecino de la localidad, también van las gomas con las que se sujetan. El antiguo propietario de una imprenta que las usaba para las carpetas, los restos de una mercería cerrada hace años, una floristería local y la donación desinteresada de «Estilo Pontejos», son los proveedores de un género que no es fácil de conseguir en estos momentos. De hecho Miriam Adán, echa mano de su buen hacer con la costura y cuando no hay elásticos para sujetarlas, hace unas tiras con el material sobrante de la tela para que se puedan atar.

Al principio, dice Miriam, iba más lenta; pero una vez que se le coge el truco, se pueden hacer entre 30 o 50 al día en cada casa dependiendo del tiempo que puedas dedicarle. En un solo día fueron capaces de confeccionar 400 entre todos.

Se cortan cuadrados de 30×20 cm de doble tela, se hacen tres pliegues y se cosen por los laterales. Luego añaden las gomas o las cintas y listas para la recogida; de la que se encarga una vez más protección Civil. El último paso antes de donarlas es esterilizarlas, se hace de modo manual, lavándolas a 60º o más, explica Miriam.

La humildad de los grandes

Resulta sorprendente la humildad con la que estas personas hablan de este trabajo. En casa de Miriam, su hija Selene pone gomas o recorta tela y en la de Leticia, su marido Mario (Foto inferior), corta hilos cuando llega de trabajar. Hasta el pequeño Marcos (Foto inferior), de tres años y medio, colabora dando al pedal de la máquina cuando hay que volver a rellenar de hilo la canilla vacía. Estos días se viste de superhéroe porque con algo hay que entretenerse. Todavía es demasiado pequeño para darse cuenta de que a su lado tiene a una mujer con super poderes.

Pilar, la «Superabuela»

Lo de Pilar García, es una caso aparte. Seguro que, como todos los de su generación, no tuvo una vida fácil. Vivió una guerra, sufrió una posguerra y a los 89 años, cuando lo que le tocaba era tener una existencia placentera, llega esta plaga con la que nadie contaba.

Pero esta marchamalera de nacimiento, que acaba de superar una grave enfermedad, no iba a quedarse de brazos cruzados. Así que el sábado llamó a su nieta Mónica y le dijo que ella que tenía tiempo libre, quería hacer mascarillas. Dicho y hecho, su hija Elena García corta las piezas y después de echarse la siesta, la abuela Pilar se pone a coser.

A Mónica no le extraña lo más mínimo. Cuando ella era pequeña les hacía ropa, disfraces,  incluso las cortinas que tiene hoy en su casa son obra suya. Siempre ha pintado, ha hecho manualidades de todo tipo y también se atrevía con las nuevas tecnologías. Jugaba a la «Play Station» y a la «Nintendo DS» y en uno de sus cumpleaños pidió una tablet de regalo porque le encantaba el Brain Training. Remata Mónica con una reflexión: «ahora ya no está tan ágil» y después de escucharla, cuesta imaginarse lo que significa agilidad en esa familia.

Pilar, Mónica, Elena, Miriam, Mary, Leticia, Tamara, Amparo, Julia, Lourdes, Sandra, Esmeralda, Milagros, Julia, Rafa o Mario son solo los nombres y las caras que representan a un grupo excepcional: las cerca de 70 personas que no han dudado en sacar lo mejor de si mismos para arrimar el hombro en un momento en el que los pequeños actos suponen grandes victorias.

Y por si a alguien le quedaba alguna duda, iniciativas como esta demuestran que: a los gallardos, les sobra gallardía.