Mi carta a los reyes magos: Una educación de sentido común / Por Manuel Andrades

Mi carta a los reyes magos: Una educación de sentido común / Por Manuel Andrades

Los primeros años de nuestra vida son de vital importancia en la gestión del carácter, aquella en la que se están forjando nuestras emociones, se están estableciendo conexiones neurales y se forma un apego seguro con sus referentes: madre, padre, abuelos, etc. Cuántos más apegos seguros tenga, mejor. Por ello, es de vital importancia que los niños tengan relaciones con sus abuelos, puesto que esta dualidad es necesaria. Los niños tienen necesidad de escuchar y los abuelos de contar anécdotas.

Es habitual ver cómo un niño juega a imitar a su referente en su tiempo libre. Bien cómo cuida a su muñeco siguiendo patrones familiares o cómo les enseña siguiendo el ejemplo de su maestro o maestra. Y es ahí donde podemos observar nuestros comportamientos y hacer una humilde reflexión sobre qué ejemplo estamos dando. Pongo por ejemplo, decir a un niño que deje el móvil y somos nosotros quienes cuando nos necesitan damos prioridad al mismo.

En este punto estaría bien analizar si desde que hacemos uso de las nuevas tecnologías somos más inteligentes y que uso les estamos dando desde la escuela y desde casa. Internet es muy interesante, pero internet también es fruto de acoso, bulling, pornografía, pederastia, etc.

Sabemos que es internet pero ¿realmente sabemos en qué dosis darlo, cuándo, por qué y con qué finalidad? Aquí planteo un análisis sobre la secuenciación de la competencia digital con el fin de ofrecer un uso adecuado a las nuevas tecnologías.

Otro error que se comete es obligar a leer por leer obviando el placer por la lectura o escritura. Si los padres y los maestros mostramos interés por ellas, se transmitirán y tendremos grandes lectores o escritores. Eso sí, siempre respetando los ritmos de aprendizaje de cada niño. Y aquí recuerdo que la adquisición de la lectura se debe adquirir hacia los 7 años y no al terminar infantil. Lo digo por la presión social que tanto escuela y familia ejercen por la misma comparando niños, hijos y escuelas. Leer y escribir son instrumentos de comunicación en la que la comprensión es fundamental. Por tanto saber leer y escribir debería ser saber disfrutar de ellas.

La infancia es esta etapa en la que no se aprende lo que se dice sino que se aprende lo que se hace. Por ello educamos con el ejemplo, con la mirada, con el gesto, con el autocontrol, con la gestión emocional.

Todos queremos que nuestros hijos, alumnos o nietos sean felices pero estamos cometiendo un grave error. Estamos vendiendo la felicidad a cualquier precio. No todo vale y saber decir que no es poner límites. Porque los límites son necesarios, ayudan a mejorar la autoestima, a crecer emocionalmente, a superar una adversidad y a que la tolerancia a la frustración no sea tan baja como se está observando cada día en las aulas. Como consecuencia de ello, es fácil comprobar como niños de 3-4 años hacen a sus padres y abuelos súbditos en lo que se conoce como el síndrome del niño emperador.

Siempre he escuchado la frase de la escuela enseña y la familia educa. Pues bien, disculpen que discrepe. En este triángulo que debería ser familia-escuela-alumn@s todos educamos y todos enseñamos. Ya que, como dije anteriormente, se educa con el ejemplo. Por ello, es necesario escuchar sin juzgar, ser humildes y hacer autocrítica tanto desde el punto de vista de padre- madre como de docente. Y en ese caso, no juzgar al otro, saber escuchar y saber disculparse serán grandes puntos de partida en el modelaje emocional del niño. ¿Nos disculpamos con nuestros hijos o alumnos cuando cometemos un error? ¿Tenemos una escucha activa cuando nos cuentan cómo se sienten? ¿Damos respuestas a sus emociones o las dejamos pasar? Un niñ@ emocionalmente sano no será un adulto enfermo.

Vivimos en la sociedad más evolucionada tecnológicamente y con un grave problema. La enfermedad del siglo XXI es y será el estrés. Diferentes estudios avalan este hecho y que los estudiantes universitarios de la actividad física y del deporte son los que menos estrés sufren. Señal de que el ejercicio físico y la actividad física son el mejor analgésico que existe. Pues llama la atención como en nuestro sistema educativo penaliza las áreas de música y educación física. Las cuáles para mí, con datos de la neurociencia y diferentes pedagogías que lo avalan , confirman que hacer actividad física y deportiva mejora los resultados académicos.

Y este estrés… ¿la sociedad lo potencia? ¿Cómo influyen las notas o que uso se hace de ellas? ¿Son los niños un mero número? ¿Qué efecto hace que se comparen centros con pruebas externas y esos datos sean públicos? ¿El exceso de deberes y exámenes genera este estrés?

Son muchas preguntas ¿verdad? Pues bien, creo que un primer paso sería eliminar las notas o evaluar otros aspectos socioemocionales. Que un niño saque un 10 en matemáticas no significa que sea sano emocionalmente. De hecho, la presión por alcanzar ese objetivo hace que se genera una alta autoexigencia y derive en estrés o abandono escolar.

Es curioso cómo en estos últimos años en lugar de enseñar a pescar, les damos los peces pescados por el adulto. Es decir, no les ayudamos a construir su aprendizaje sino que se evita o se le da. Con ejemplos prácticos puedo citar poner velcro en lugar de enseñar atar un cordón con siete u ocho años, estar encima del niño antes de que se caiga, llevar ruedines hasta los diez… no dejarles explorar el medio por miedo a… El miedo, esa emoción necesaria para superar las dificultades y esa emoción en la cual hemos sido y todavía son educados miles de niños.

Haciendo referencia a los derechos fundamentales de la infancia (España 1989) tanto el gobierno, comunidades autónomas, administración y equipos directivos deberían abogar por que se cumplan tanto en la escuela como en los hogares. No podemos permitir que existan adultos que humillen, vejen y no respeten sus derechos.

Insisto en las emociones porque considero que la curiosidad, la admiración, la sorpresa, la alegría y el sentido del humor hacen que los aprendizajes sean significativos. Porque sin emoción se aprende peor, porque no es lo mismo el aprendizaje memorístico que aprender de memoria para un examen.

Entiendo que es mejor jugar que estudiar, porque el juego es el disfraz del aprendizaje como bien nos dice Francisco Mora. Que se aprende más haciendo que diciendo y cantando que escuchando. Eso no significa que esté en contra de las lecciones magistrales, pero entendiendo que los tiempos de concentración son limitados en primaria, si el alumno se aburre quien debe asumir responsabilidades es el docente. Y si a alguien no le gusta el mejor trabajo del mundo, mejor que se dedique a otra cosa y que las administraciones asuman responsabilidades, pero la educación no debe depender del docente que les toque. Si hablamos de calidad educativa todos los niños deben tener las mismas oportunidades.

Existe el debate en la escuela sobre la innovación educativa y la tradición. Mi punto de vista es que la innovación desciende de la tradición y que hacerlo sería faltar el respeto a Aristóteles, María Montessori, Einstein, Freire, Giner de los ríos, etc.

Para resumir mi carta a los reyes pediría:
– Escuchar a los niños
– Creer y confiar en ellos. Que sean protagonistas
– Saber decir que NO
– Darles responsabilidades
– Educar con el ejemplo de familias y escuela donde educar en valores de respeto, empatía, resiliencia no haga adultos intransigentes, inhumanas, violentos…
– Que el juego sea el mejor medio de enseñanza y aprendizaje.
– Más música, actividad física y arte en las escuelas
– Que la vocación sea la asignatura obligatoria en la docencia.
– Educar personas emocionalmente sanas
– Que los políticos escuchen a los docentes para conocer las realidades del aula y las dificultades a las que nos enfrentamos.

Y ahora que los centros comerciales se llenan de visitas, de consumismo y de sentimientos de culpa, recordar que los mejores regalos son aquellos no tienen precio: son tiempo y cariño.

(*) Manuel Andrades vuelve a estar nominado a mejor docente de Primaria en España