Luces y sombras
Ya existió un Premio Nacional de Novela intitulado “Miguel de Cervantes”. Se convocó por primera vez en 1949 y al parecer –hace ahora cincuenta años– terminó disolviéndose entre cierta abúlica indiferencia. En su primera convocatoria (1949) lo alcanzó el escritor argentino Enrique Larreta con Orillas del Ebro (Ed. Novelas y Cuentos) y en 1973 el galardón fue concedido la última vez a José Luis Martín Abril por la novela El viento se acuesta al amanecer (Ed. Nacional). En la relación de premiados figuraron autores como Ignacio Agustí, Ángel Palomino, Tomás Borrás, Manuel Halcón, Zunzunegui, Jose María Gironella, Concha Espina… Sobre el escritor argentino comentaba Borges: «Mis dos únicos vicios: leer la Enciclopedia Británica y no leer a Enrique Larreta.» En cuanto a José Luis Martín Abril apuntar que terminó ejerciendo de profesor en la Universidad de Alcalá de Henares. Poco más logramos recordar de aquel otro Premio Cervantes, y eso a pesar de haber sido fervientes lectores de novelones galardonados como Los cipreses creen en Dios (Ed. Planeta). En 1976, cuando nos estábamos desperezando de una cuasi infinita dictadura, se instauró –tal vez con horizontes más ambiciosos– un nuevo Premio Cervantes. En abril del año siguiente, desde la tribuna del Paraninfo alcalaíno, el poeta Jorge Guillén finalizaba su breve discurso con estas palabras: «He aquí este premio de nombre tan ilustre. Henos en este hermoso Paraninfo. […] Y mucho importa, asimismo, que en la ardua transición política de nuestro país este momento, este Paraninfo, signifiquen un acto de concordia, ya definitivamente superada la guerra más cruel.» Sin embargo en aquella primera ocasión, la presencia de la monarquía brilló por su ausencia. Con toda certeza aun no se entendía que el nuevo rey reconociese la obra de un poeta del exilio.
De Jaime Gil de Biedma a Luis García Montero
Afirmaba Jaime Gil de Biedma en un brillante análisis sobre la poesía de Jorge Guillén: «…precisamente porque su lectura y estudio ha constituido un factor esencial en la formación de mi conciencia histórica de escritor.» Por otra parte, así reflexionaba Luis García Montero sobre la obra del poeta Rafael Cadenas en el prólogo al libro Contestaciones (Ed. Visor): «El hecho literario no existe hasta que el lector aparece, toca el timbre y hace suyas unas palabras que pueden provocar emoción, ironías, disidencias o pensamientos.» Entre el reconocimiento del Premio Cervantes a un poeta de la diáspora y este otro venezolano, han mediado casi cincuenta años. Desde entonces una extensa lista de autores han ido conformando hasta hoy la historia del nuevo galardón. En la actualidad la componen veinticuatro escritores españoles y otros veinticuatro latinoamericanos. Lamentablemente ni están todos los que han sido, ni son –según nuestro criterio– todos los que están. Sin embargo este hecho literario lleva tocando el timbre desde el Paraninfo alcalaíno bastantes abriles. Evocando las reflexiones de García Montero, me gustaría saber si durante todo este tiempo ellos, los escritores, han logrado provocar emociones, ironías, disidencias o pensamientos. Me gustaría poder valorar si al día siguiente de tanta pompa y ceremonia regia, las páginas de sus libros, sus versos y reflexiones lograron alcanzar al improbable lector, o tan solo sus nombres han servido después para rotular algunas calles.
La “Derrota” de Rafael Cadenas
Hace unos meses el jurado decidió –por fin– dirigir la atención hacia Venezuela. Muchos de nosotros nos sentíamos frustrados desde otros tiempos, cuando –en su momento– no se supo designar a Arturo Uslar Pietri como merecedor del Premio Cervantes, teniendo en cuenta que la novela Las lanzas coloradas (Ed. Cátedra), junto con El señor presidente (Ed. Losada) de Miguel Ángel Asturias nos mostraron una nueva forma de narrar que nos ayudaría a descubrir más tarde a Carpentier, García Márquez o Vargas Llosa. Afortunadamente ahora han acertado al señalar hacia Rafael Cadenas y premiar ese lacónico aliento poético cuyo germen se aprecia en su propia “derrota”, con versos como: «que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos» o aquel otro: «que fui preterido en aras de personas más miserables que yo.» Son versos que forman parte del largo poema titulado “Derrota”, publicado por primera vez en un periódico de Caracas en 1963 y que todavía resulta fundamental para adentrarse en su posterior quehacer poético. Un poeta que se ha extendido hasta nuestro tiempo, desde la brevedad, desnudez y concisión de una escritura que logra conmocionar al lector y le provoca, irremisiblemente, plantearse su propia existencia. Fragmentos, notaciones y aforismos que nos apuñalan y nos dejan apenas sin aliento, a veces desde la blancura de unas páginas cuasi impolutas, mínimamente emborronadas, a modo de inquietantes trazos, con dos o tres versos a lo sumo: «Escribo / como quien se inclina sobre el cuerpo que ama».
Contestaciones
Tras Ida Vitale, Premio Cervantes en 2018 –vitalísima escritora a punto de cumplir el siglo– fueron galardonados otros tres magníficos poetas (Joan Margarit, Francisco Brines y Cristina Peri Rossi) que lamentablemente, por problemas de salud, no lo pudieron recoger personalmente en el Paraninfo alcalaíno. El Premio Cervantes 2022 ha sido concedido a otro poeta, el venezolano Rafael Cadenas, cuya presencia física en esta ciudad deseamos que se convierta en una realidad el próximo abril. Y sobre todo que su obra literaria, reconocida por el jurado, sea, a partir de ahora más conocida por el resto y provoque la emoción requerida en los lectores, ya que este tendría que ser el fin último tras la consecución de un galardón tan importante y esperanzador. Tan solo nos queda señalar que Rafael Cadenas, como atento lector de otros poetas, logra ponerse en conversación con aquellos y contestar a algunos de su versos. Inicia de este modo un diálogo de escrituras. Un ejercicio que deberíamos imitar nosotros, cuando asaltamos a los poetas preferidos y luego regresamos a ellos una y otra vez, consiguiendo percibir sus versos con distinto aliento, según nuestro estado de ánimo. Rafael Cadenas disecciona algunos de aquellos poemas y conversa con el hombre que a veces van con él. Así le ocurre con Machado, Neruda, Hölderlin y hasta con el mismísimo Cervantes al que se atreve a rebatirle su maestría como poeta, de la que el escritor alcalaíno duda en uno de sus tercetos y Cadenas le responde: «¿Qué más quieres, Miguel de mi alma? / En verdad eres más exigente que tu personaje. / Menos mal que tu cordura te protege de ti.» Leer Contestaciones (Ed. Visor) supone tocar el timbre y esperar a que Rafael Cadenas nos abra y nos invite a pasar para poder disfrutar del resto de su obra.