¡Feliz primer jueves de Lo que diga la rubia queridos lectores! Espero que hayáis sobrevivido a las Navidades. Yo terminé el año inundada de mocos, pero nada que un buen caldito, un antibiótico y un yogur no puedan solucionar. Ya estoy casi recuperada al cien por cien, empezando este 2017 a tope de ‘power’.
Debe ser el azúcar de la fruta que me da subidón porque, como leí el otro día en Facebook, en mi casa han dado comienzo los ‘Juegos del hambre’. Es muy probable que en tres semanas tenga color y cara de piña, y muy mala leche, pero es lo que toca si quiero llegar al 23 de marzo divina de la muerte para cambiar de prefijo.
Le pedí a los Reyes Magos, a Santa Claus y al niño Jesús comer sin engordar pero no me lo han traído, no habré sido lo suficientemente buena…
Y hablando de sus Majestades de Oriente, contenta me tienen. Este año me han decepcionado tanto que las próximas Navidades les seré infiel con Papá Noel. Yo que siempre los he defendido a muerte y de repente me salen por peteneras.
Les envié una carta llena de dulzura contándoles lo buena que he sido y pidiéndoles un único regalo y el día 5, a escasas horas de mi noche preferida del año recibo en el buzón un documento repelente y chapucero en el que me dicen que «Milagros a Lourdes». Tendrán poca vergüenza. De verdad que no era para tanto, ni que les hubiera pedido un yate de 30 metros de eslora.
Si tienen menos recursos que el Magia Borrás que se quiten el apellido porque ¡les queda grande! No solo me dicen que me quedo sin regalo, sino que encima se permiten el lujo de espetarme que si me creo que son como Bárcenas, que van por ahí (presuntamente) repartiendo sobres repletos de billetes capaces de sobornar a cualquiera que a mí se me antoje para satisfacer mis caprichos.
Fueron unos antipáticos y tuvieron muy poca delicadeza y cero empatía. Creo que se dieron cuenta, porque intentaron resarcirme. El día 6 cuando me levanté tenía en mis taconcitos una manta suave para el sofá, un pijama de franela, un jersey gordo (el perfecto kit solterona loca con gato), unos cuantos elementos decorativos muy cuquis con dibujos de mininos y un vale para arrasar el Desigual en las rebajas.
No estaba mi Geyperman de colección, pero a cambio me han dejado un vale por un regalo que está en proceso de fabricación. Al parecer, lo recibiré entrado el año pero me han prometido que superará con creces mis expectativas. ¡La intriga me mata!
Lo cierto es que con los Reyes es cuestión de paciencia y, si no, que se lo digan a mi hermano. El primer recuerdo que tengo de él escribiendo en su carta que quería un Gusiluz data de 1980 y lo recibió en octubre de 2014 el día de su boda. No sé si Melchor, Gaspar y Baltasar tuvieron algo que ver pero como yo tenga que esperar 34 años para disfrutar de lo que había pedido este año. Me va a llegar en el Imserso cuando sea una adorable y bailonga anciana con el ojo «mu pintao» y las pestañas bien altas.
¡Nunca es tarde… si el presente es bueno!