Semana Santa, la estación de los jacintos / Por Manuel Peinado

Semana Santa, la estación de los jacintos  /  Por Manuel Peinado

Dicen que nuestro sentido del olfato está muy ligado a la elaboración de los recuerdos. Hay aromas muy ligados a esta época del año, Semana Santa. Con el paso de las procesiones las calles de España se impregnan del penetrante olor de las flores de los exornos. Mis preferidas son las de los jacintos.

De niño fui monaguillo en una de las iglesias más conocidas de Granada, la parroquia de San Cecilio, sede de dos de los pasos más humildes y queridos de la ciudad: la “Greñúa”, y el Cristo de los Favores. Por eso sé algo del primor con el que los cofrades preparan los pasos y quizá también por eso, llegado este tiempo, inmediatamente me transporto a la infancia y el intenso aroma de los jacintos en flor siempre ocupará un lugar especial en mi mente y en mi corazón.

Los cofrades pasan muchas horas hasta que cientos de flores, enlazadas en rejillas y clavadas en esponjas, cubren de color cada milímetro del paso. Son claveles, lirios, gladiolos, narcisos, orquídeas, rosas o jacintos. Los colores van desde el blanco hasta el rojo, pasando por el púrpura, pero sin olvidar el verde.

Existe todo un lenguaje basado la belleza de las flores que constituye un código que llena a los pasos de calidez, solemnidad y armonía para enaltecer la belleza de las imágenes.

Pureza, sufrimiento, penitencia y sacrificio son los sentimientos que afloran en los rostros de las tallas. Cada uno de ellos se simboliza en las flores que exornan los tronos. El rojo es el color del sacrificio, de la sangre derramada en la redención. Lo derrochan los centenares de claveles que conforman los mantos florales sobre los que reposan los cristos vivos y cautivos. El morado, en cambio, es reflejo del sufrimiento del penitente y se escribe en el lenguaje floral con lirios y jacintos. La pureza virginal se transmite a través de los pétalos blancos de las rosas, claveles, orquídeas o gladiolos. El verde es el encargado de romper esta gama con las tonalidades propias de las hojas de laurel y de camelia o las ramas de pino, ciprés y hiedra.

Ahora quiero contar un poco de los jacintos, mis flores preferidas en Semana Santa ¿De dónde vienen y cómo viven en la naturaleza? Aunque ahora los veamos atrapados en viveros y jardines, se originaron en campo abierto, a la sombra de los bosques o en los prados subalpinos.

Para empezar, aunque a muchas plantas bulbosas se les conozca genéricamente como jacintos, solamente hay tres verdaderos jacintos en el mundo, que constituyen otras tantas especies del género HyacinthusH. litwinoviiH. transcaspicus y la más famosa de todas, H. orientalis. Todos los demás «jacintos» son jacintos solo de nombre común. Cuando los estudié en las clases de Botánica hace demasiados años, los verdaderos jacintos eran considerados miembros de la familia de las hermosas azucenas (Liliaceae), pero las investigaciones genéticas más recientes los sitúan en la familia de los prosaicos espárragos (Asparagaceae).

Las tres especies de jacintos son nativas de la región del Mediterráneo oriental, desde Oriente Medio al suroeste de Asia. Como puede imaginarse, hayuna gran cantidad de diversidad geográfica entre las poblaciones de estas plantas. Por ejemplo, H. orientalis está dividido en muchas subespecies y variedades. Además, su larga historia de cultivo los ha introducido y naturalizado en todo el mundo. Pero, por lo general en la naturaleza los jacintos tienden a preferir hábitats frescos, de media y alta montaña, y sobre suelos sueltos y bien drenados.

Como es bien sabido, los jacintos son plantas bulbosas de cuya estrategia vital me he ocupado en este mismo blog. Durante la mayor parte del año, permanecen enterrados y aletargados esperando que el cálido clima primaveral los despierte indicándoles que es tiempo de crecer. ¡Y cómo crecen! Debido a que sus hojas y sus yemas florales ya están desarrolladas dentro del bulbo, emergen y florecen rápidamente una vez que la nieve se derrite y satura el suelo de agua.

Las flores de los jacintos silvestres son generalmente más pequeñas y menos numerosas que las cultivadas y pueden variar en color desde casi blanco o azul claro hasta casi púrpura. Su maravilloso aroma floral tampoco es una característica surgida de la selección humana, aunque lo hayamos capitalizado en el comercio de la floricultura. En la naturaleza, los compuestos aromáticos que emanan sus flores llaman a los polinizadores que son recompensados ​​con pequeñas cantidades de néctar. Las abejas son las principales polinizadoras de los jacintos tanto en sus hábitats originales como en los introducidos.

Por supuesto, toda la belleza floral se dirige a la polinización, a la reproducción sexual y a la producción de semillas. Las flores crecen en el extremo de tallos alargados agrupadas en racimos. La estrategia es simple; la planta eleva las flores para que emitan su penetrante fragancia sobre la hojarasca. Una vez que ha conseguido la polinización, los tallos comienzan a doblarse para situar los frutos cerca de la tierra y facilitar así la salida de las semillas. Al madurar, cada fruto (una cápsula seca) se abre y deja ver decenas de semillas, cada una con un accesorio carnoso llamado eleosoma.

Los eleosomas son reservas de sustancias nutritivas (generalmente aceites, de ahí el nombre, del griego oleos, aceite, y soma, cuerpo) que las hormigas buscan ávidamente para alimentarse. Se trata de un mecanismo de dispersión de las semillas por animales (zoocoria) que, cuando lo ejecutan las hormigas, recibe el nombre de mirmecoria.

Las hormigas se llevan las semillas a los hormigueros, consumen el eleosoma y dejan los restos intactos de la semilla en un lugar idóneo para germinar porque están a oscuras, protegidas de los depredadores y rodeadas de un compost orgánico suministrado por las propias hormigas y, como algunas investigaciones parecen sugerir, protegidas de los ataques de los hongos dañinos. Que esta estrategia mutualista conviene a sus pares parece clara: alrededor de un 10 por ciento de las plantas con flores son mirmécoras.

Una vez que terminan de crecer y de reproducirse, los jacintos vuelven a enterrarse en forma de bulbo. Estas plantas tienen una adaptación especial para asegurarse de que los bulbos estén seguros escondidos bajo tierra, libres de las heladas temperaturas invernales. A lo largo de la temporada de crecimiento, los jacintos producen raíces especializadas que pueden contraerse. A medida que se contraen, tiran literalmente de la base de la planta introduciéndola en el suelo. Por eso, para los jacintos es muy ventajoso crecer en suelos sueltos. Una vez bajo tierra y libres de las heladas y la nieve, los jacintos hacen los que las marmotas: permanecen inactivos hasta que regresa la primavera.

Espero saber cómo plantas de jardín tan comunes como los jacintos se buscan la vida en la naturaleza, os sirva para apreciarlos más y os ayude a observarlos desde una perspectiva completamente nueva.

@mpeinadolorc