Sí, los alimentos también tienen huella de carbono

La Cátedra de Ética Ambiental de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno en la Universidad de Alcalá ha liderado un informe sobre la huella de carbono de alimentos de amplio consumo en España, como el aceite de oliva o el pan rallado, y propone diversas formas de incluirla en el etiquetado.

La huella de carbono es la cantidad de emisiones de CO2 y otros de gases de efecto invernadero, que se producen en todas las fases de vida de un producto, desde el cultivo y elaboración, hasta el transporte y almacenamiento. Afecta  el ser humano al fabricar un producto o a todo lo compramos y consumimos, al realizar nuestras actividades diarias. Y claro, los alimentos, desde el momento mismo de su producción hasta que los consumimos y tiramos los envases a la basura, completando su ciclo de vida, también tienen huella de carbono.
Este informe, presentado recientemente, recoge los resultados de un proyecto piloto orientado a promover un consumo más responsable, a través del etiquetado de huella de carbono de los alimentos y su incidencia en el cambio climático, que se ha centrado en 4 productos: aceite envasado en vidrio, aceite envasado en metal, pan rallado y mejillones enlatados.

El profesor Emilio Chuvieco, director de la Cátedra de Ética Ambiental Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno – Universidad de Alcalá, explica en esta entrevista los pormenores de este estudio.

-Profesor, ¿qué objetivo tiene este proyecto?
-Este estudio se enmarca dentro de una de las líneas de la Cátedra,  la promoción del consumo responsable. Dentro de los impactos que tiene el consumo, uno de los más importantes, que es en el que nos hemos fijado en este estudio, es la huella de carbono, y el objetivo es que los consumidores conozcan qué cantidad de emisiones ha supuesto la elaboración de los alimentos que están comprando generan también un impacto ambiental, de tal modo que a la hora de adquirir cualquier tipo de producto puedan decidir no solo sobre el precio, o sobre los ingredientes, sino también sobre el impacto ambiental que genera ese producto durante su ciclo de vida.

-¿De qué depende que la huella de carbono sea mayor o menor en un producto?
-Todos los productos generan huella de carbono. La huella va a depender de cómo se ha cultivado el producto, del transporte (en función de dónde viene su origen geográfico), de qué tipo de fabricación tiene… Pero hay que dejar claro que cada cosa que compramos, cada alimento que comemos o cada decisión sobre la forma de transportarlos tiene un impacto sobre el balance global de emisiones de gases de efecto invernadero, ya que cualquiera de estas actividades: su cultivo, fabricación, transporte y eventual reciclado, han requerido una determinada cantidad de energía y materias primas. Además, se han generado residuos que conllevan a su vez una cierta cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero y otros compuestos químicos

-El estudio se ha hecho sobre el aceite, el pan rallado y los mejillones, ¿por qué?
-Porque reunían una serie de condiciones idóneas para el estudio. Por ejemplo, los cuatro eran productos de marca blanca –lo que permite controlar mejor el proceso desde que se cultiva hasta que llega a la estantería del supermercado-; son productos de ciclo corto (productos nacionales) y de consumo más o menos masivo y tampoco tienen etiquetas adicionales, porque lo que interesaba era centrarnos en productos de consumo masivo. En el caso del aceite, los valores obtenidos (1,67 kg de CO2 equivalente por cada kilo, para el envasado en vidrio y 1,22 kg para el envasado en lata) son inferiores al promedio del aceite de oliva convencional (situado en torno a los 1,32 kg CO2e), gracias en buena parte a un tipo de cultivo muy cuidado. Se observa, además, que el impacto del tipo de envasado influye mucho en el total de emisiones del producto. El envasado en vidrio implica una huella de carbono 66,6% superior al envasado en lata

-¿Qué es lo que más les ha sorprendido del estudio?
-Tal vez la reacción de los consumidores, que asocian contaminación a industria, pero no a producción agrícola o ganadera. Y, también, generalmente, la gente entiende CO2 como contaminación, cuando es un gas natural imprescindible para la vida. En resumen, la gente carece de la información necesaria para tomar decisiones a este respecto y es imprescindible desarrollar campañas de información sobre este y otros asuntos relacionados con la huella de carbono.

-Unas nociones básicas para reducir la huella de carbono en los alimentos
-Hasta que la normativa no exija que se informe sobre la huella de carbono en las etiquetas de los alimentos y otros productos, como categorías genéricas podríamos indicar que son más recomendables los productos de cercanía (porque se consume menos energía en el transporte, sin ir más lejos); los métodos de cultivo sostenibles (menos consumo de agua, menos consumo de plaguicidas…), el tipo de envases que se usa también es importante (es mejor en tetabrick o lata metálica que en vidrio a la hora de la fabricación del envase y también a la hora de transportarlo, porque un rectángulo ocupa menos en el transporte que las botellas) y, luego, otro tipo de aspectos: por ejemplo,  la carne de pollo tiene menos emisiones que la carne de ternera, y una dieta cárnica tiene más emisiones que una dieta rica en vegetales.