Killers of the Flower Moon, la última película de Martin Scorsese, ha reabierto el viejo debate nunca cerrado: ¿cuánto debe durar una película?
La muy esperada película de Scorsese, que ha costado 200 millones de dólares y se exhibirá en salas el próximo 23 de octubre, se estrenó en Cannes con una duración de 186 minutos. Originalmente se decía que esta película, una adaptación del ensayo homónimo de David Grann, un bestseller de 2017, duraría casi cuatro horas, pero incluso si hubiera sido así, el nuevo largometraje dirigido por Scorsese a sus 80 años se quedaría corto en comparación con la películas más largas estrenadas en Cannes: el drama histórico italiano Lo mejor de la juventud, que dura 366 minutos, se estrenó en dos entregas en 2003. Dead Souls, un documental chino que se proyectó en el festival de 2018, tiene una duración colosal: 495 minutos.
Las que llaman “películas de palomitas de maíz” han aumentado en los últimos tiempos. Con 163 minutos, Sin tiempo para morir (2021) fue la entrega de mayor metraje de la sexagenaria saga de James Bond. El año pasado, The Batman duró 176 minutos, cincuenta más que el Batman de 1989 protagonizado por Michael Keaton y Jack Nicholson.
Ese mismo año se estrenaron los 86 minutos del clásico animado de Disney La Sirenita; veinticuatro años después, su nueva versión llegará a los cines próximamente con un tiempo de duración de 135 minutos, un metraje que supera en un 63% a su antecesora. Pero el crecimiento en el metraje no siempre tarda tanto en llegar: John Wick 4 (Otro día para matar), que se estrenó esta primavera, dura 169 minutos, 68 más que el John Wick original de 2014.
¿Cuáles fueron las primeras películas con largometrajes épicos?
El nacimiento de una nación, la epopeya muda de 1915 de D.W Griffith, suele citarse más por su avance técnico en la narración cinematográfica y por su vil representación de personajes negros, que por su duración. La película duraba 193 minutos, aunque a veces tenía otras duraciones dependiendo de la velocidad de fotogramas a la que se proyectara. Los proyeccionistas normalmente ejecutaban películas mudas a 16 o 18 fotogramas por segundo; con la llegada del sonido sincronizado se adoptó la velocidad moderna de 24 fotogramas por segundo como norma.
Avaricia de Erich von Stroheim (1924) fue uno de los primeros y más sonados campos de batalla en las guerras del tiempo de ejecución. La primera versión de esta película, que el legendario director consideraba la mejor, tenía inicialmente una duración de más de ocho horas (42 carretes), antes de que minuciosamente la redujera a 24 carretes, algo menos de cinco horas, preparados para proyectarse en dos entregas. Luego, a pesar de las protestas de su director, la película se recortó a 140 minutos, una versión drásticamente jibarizada que fue mal aceptada por el público y denostada por la crítica.
Desde que las películas sonoras dominaron a partir de los años 30, los tiempos de proyección de muchas de ellas se mantuvieron alrededor de la hora y media, aunque las películas de serie «B» que solían proyectarse antes de la función principal en las clásicas sesiones dobles podían durar unos 70 minutos.
A pesar de ello hubo excepciones famosas, entre ellas los 221 minutos de Lo que el viento se llevó (1939), pero las décadas transcurridas entre el auge del sonido sincronizado y la irrupción generalizada de la televisión provocaron que las películas fueran relativamente cortas.
Epopeyas cinematográficas de finales de los 50 y principios de los 60 como Gigante, de George Stevens (197 minutos), Los diez mandamientos, de Cecil B. de Mille (220 minutos), Ben-Hur, de William Wyler (212 minutos), Spartacus, de Stanley Kubrick (197 minutos), Lawrence de Arabia, de David Lean (210 minutos), y los 164 minutos de La conquista del Oeste, de John Ford y otros cuatro directores, intentaron que el público digiriera sus maratonianos largometrajes mediante descansos intermedios en los que solía exponerse un solo fotograma publicitario: “Visite nuestro ambigú”. Tales intermedios tendían a variar en duración según las preferencias de los distribuidores y los propietarios de los cines.
¿Por qué tantas películas duraban unas dos horas?
Según el crítico de cine Bob Mondello, antes de los 80 había una regla de oro: «la audiencia tenía un trasero de dos horas». Por eso, muchas películas importantes se exhibían en versiones más cortas después de los estrenos. En la era de las salas de cine de una sola pantalla, los tiempos de proyección de más de dos horas hacían más difícil que los propietarios de salas cubrieran dos funciones vespertinas. A medida que a lo largo de la década de 1980 los cines de una sola pantalla fueron reemplazados por multicines, eso se convirtió en un problema menor.
A finales del siglo XX, en los días con tiendas de videos en cada esquina, la mayoría de los lanzamientos comerciales duraban entre 90 y 120 minutos, por las mismas razones económicas (pantallas por día, principalmente) expuestas. Los metrajes más largos se reservaban para películas de prestigio que normalmente salían en noviembre o diciembre y estaban destinadas a obtener premios y atraer audiencias que presumían de un gusto cultivado.
Las temporadas navideñas de 1990-1993 estrenaron el western Bailando con lobos, de Kevin Costner, de 181 minutos; el thriller conspiranoico JFK de Oliver Stone, de 188 minutos; la película biográfica de 201 minutos Malcolm X, de Spike Lee, y los 195 minutos de La lista de Schindler, de Steven Spielberg. Los mayores éxitos de taquilla de cada uno de esos años (Ghost, Terminator 2, Batman Regresa y Parque Jurásico, respectivamente), duraban aproximadamente una hora menos que las películas oscarizadas.
¿Por qué hoy se tiende más a las películas largas?
En el siglo XXI, las butacas y las comodidades de las salas de cine han mejorado mucho y han ayudado a que los espectadores se sientan cómodos manteniendo los ojos pegados a la pantalla durante más tiempo. Quienes hoy día pasan por taquilla también tienen una capacidad de atención para las narraciones de formato más largo que ha crecido a medida que los guiones para televisión han dejado de ser episodios únicos para convertirse en series. El público se ha acostumbrado a aguantar horas en casa para ver series en sesiones completas, y es probable que ese “entrenamiento” doméstico haya cambiado los hábitos.
Dado que Scorsese dirigió El irlandés para Netflix (aunque tuvo una breve exposición en salas) y que es más que probable que Killers of the Flower Moon tenga muchos más espectadores en Apple TV+ que en los cines, cualquier presión para que Scorsese ruede metrajes más cortos puede darse por enterrada.
Las películas dirigidas por Scorsese en el siglo XXI, comenzando en 2002 por los 167 minutos de Gangs of New York, y los 170 de El Aviador de 2004, son en general notablemente más largas que las películas que lo impulsaron como uno de los directores favoritos de crítica y público en el siglo XX. Pero Scorsese es caso aparte: trata temas tan complejos que uno nunca lamenta que sus películas sean largas.
Killers of the Flower Moon no es la única película largamente esperada que se estrena fuera de competición en Cannes. También se presentan Indiana Jones y el dial del destino. Con 142 minutos, supera en quince minutos a la más larga de las cinco entregas anteriores del arqueólogo aventurero. En cualquier caso, un posible éxito de taquilla conciso y breve para los estándares de 2023.
En cuestión de cine, me apunto a lo que escribió en sus memorias Roger Ebert: «Ninguna película buena es demasiado larga. Ninguna película mala es lo bastante corta».