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Una pasión diferente, de Ximena Rubio del Valle / Por Bartolomé González

Una pasión diferente, de Ximena Rubio del Valle / Por Bartolomé González

Alcalá Paraíso Literario

Y volviendo a obras recientes, hoy os presento la novela Una pasión diferente, de la chilena Ximena Rubio del Valle en la que, como ya anticipa la portada, Alcalá de Henares es la protagonista. He tenido la oportunidad de hablar con la autora y, como en el artículo dedicado a la obra de teatro La judía de Alcalá, tengo que agradecerle sus aportaciones que sin duda me han servido para enriquecer este nuevo paseo literario.

Ximena llegó a nuestra ciudad como alumna del INAP, becada por la Presidencia del Gobierno Español, diplomándose en Administración. Como ella misma me comenta “después de terminar la universidad y trabajar un poco en Santiago de Chile, de donde soy originaria, fui a hacer estudios de posgrado en administración a la Universidad Complutense de Madrid, y a Alcalá de Henares, en donde me enamoré de esa ciudad, como le ocurre a todos lo que pisamos su tierra y la historia que de ella emana”. Mis años de alcalde de Alcalá, entre otras muchas cosas, me dieron la oportunidad de conocer a muchos alumnos y exalumnos del INAP, y todos ellos me han trasmitido la huella que en ellos ha dejado su paso por nuestra tierra.

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Una de las cuestiones que planteé a Ximena, fue qué había motivado la elección de nuestra ciudad como marco para desarrollar la acción de su  novela y, de nuevo,  prefiero compartir con vosotros sus ricas y frescas palabras, en lugar de contároslo yo para no hurtaros ningún detalle:

Algunos aspectos que puedo mencionar de este texto, es que fue escrito con gran amor por Alcalá de Henares. La circunstancia de haber nacido en una capital, Santiago de Chile, y de haber vivido en otras megalópolis como Ciudad de México, Londres y Miami, tuvo como consecuencia el que disfrutara palmo a palmo, o meditara en las delicias de vivir en una ciudad plena de encantos,  que me permitía movilizarme a pie a los principales lugares, frecuentar amigos en un radio próximo, recorrer sus calles sin prisa, contemplar las cigüeñas, sentarme en las cafeterías de la plaza Cervantes a estudiar o a hacer tertulia en las cálidas noches de primavera y estar semanas sin la necesidad de utilizar un vehículo, salvo infrecuentes o necesarios viajes a otras localidades. Estudiar en la antigua sede de la Universidad Complutense tuvo magia, me sentí muy privilegiada y valoré en todo lo que significaba, el estar en el mismo lugar dónde se habían desplazado tantos personajes célebres y admirados.

Palabras sin duda bellas, que me hacen valorar más si cabe la suerte que tenemos los alcalaínos de vivir en esta ciudad, aunque en muchas ocasiones seamos tan injustos con las opiniones que vertemos sobre ella. Es paradójico que tenga que venir alguien de fuera para reconocer lo que muchos se empeñan en ocultar.

Entrando ya en la novela, Ximena me comentaba que desde que inició su escritura tuvo cuatro aspectos claros, una vez más, recurro a sus palabras sin cambiar ni una coma:

El primero de ellos es que el rol protagónico absoluto lo tendría Alcalá de Henares. Ninguno de los personajes podría alcanzar, ni remotamente, la importancia de la Ciudad. A continuación decidí que la temática sería libre, dejaría que los protagonistas resolvieran su destino en el escrito. Pero que cada uno de ellos mostrara al lector cuál era su “pasión diferente”: La música, la gastronomía castellana, el deporte, el flirteo, esa pasión que es capaz de transformar la vida olvidando cualquier tropiezo o insensatez. De esta manera la novela se reinventaba cada día, y mi tecleo sobre las letras del ordenador sólo seguía lo que los personajes me dictaban. Así los protagonistas se movieron por caminos distintos a los que yo pretendía para ellos y resolvieron sus destinos sin dejarme intervenir en la mayoría de las   ocasiones. El tercer aspecto que tuve claro al comenzar fue que, avanzado el desarrollo, ya en 2004, alguno de mis personajes perdería la vida al llegar a Madrid, después de abordar el tren en Alcalá de Henares la mañana del jueves 11 de marzo. El atentado en los trenes a Madrid me causo inmenso dolor e indignación. Era mi gente querida. Eran muchos los habitantes de Alcalá de Henares con los cuales yo probablemente me había cruzado y que se encontraban en el tren que minutos antes había salido de Alcalá de Henares.  Por eso, el comienzo de la novela “Una pasión diferente”, así como unos de sus últimos capítulos se refieren a este atentado.  El cuarto y último punto que establecí desde el comienzo fue que, sin ser historiadora, era necesario dar una pincelada de historia a la Ciudad y a todos sus habitantes ilustres de diferentes épocas. Tal vez no están todos, pero trate de mencionar a la mayoría. Sin Historia no hay Alcalá de Henares, y sin Alcalá no hay novela, me dije, y asumí ese papel de esbozar destellos históricos que pudieran ubicar al menos someramente al lector en el contexto rico y trascendente del mundo Alcalaíno.

Estoy convencido que después de este texto, además de explicaros la trama de la novela, se os habrá despertado el interés por leerla. Si todavía no ha sido así, os amplio, ahora sí, con mis palabras el argumento. Éste se desarrolla en el entorno estudiantil de las universidades de Alcalá y Complutense de Madrid, de los años ochenta del pasado siglo, donde se entrecruzan la historia, la amistad y el amor. Ana María, la protagonista llega becada a España, donde conoce a Diego. Entre ellos surge una relación de amistad que deviene en amorosa. Pero más allá de cualquier sentimiento experimentado por Ana María, en la novela subyace otra pasión independiente, que crece página a página, el amor por Alcalá. Y Aunque no he preguntado a Ximena, me aventuro a decir que la obra tiene algo de biográfica.

Y si todavía no os he convencido y despertado vuestro interés por leer esta novela, recurriré a sus textos como mejor herramienta. Empecemos paseando con ella por la calle Mayor:

Si una calle puede tener alma, sonreír, abrirse al sol y la vida, divertir a sus paseantes, cobijarlos, vestirse de diferentes coloridos, impedir el tráfico para que los habitantes de la ciudad puedan gozarla, ser artífice de romances, de ejercicio, de charlas, de compras, de confidentes, era la calle Mayor de Alcalá. Los domingos se transformaba en peatonal, en una rambla tornasol inundada de una  muchedumbre festiva que salía de sus casas y se solazaba en ella durante horas: comía pistachos, espera la misa o salía de misa, buscaba con quien ligar o se reunía con quien ya había ligado, se paseaba con la familia, y se encontraba con los compañeros de curso, de trabajo, del coro, del dominó, de la facultad; y todo el pueblo se dejaba ver , quería ser visto o ignorado, comprendido, amado, caminando sobre sus adoquines y bajo sus portales. La gran mayoría se retiraba a la hora del almuerzo, tal vez dormían un rato, se cambiaban de ropa y alían al crepúsculo, nuevamente a ligar, conocer, presentarse, pasear con el novio, amigo, con el pretendiente, con el marido y los hijos pequeños. Esta muchedumbre se extendía hacia la Plaza de Cervantes: con carritos de bebés, con los hijos, cónyuges, nietos, novios, mascotas. Familias completas: niños comiendo dulces, novios abrazados, de la mano, peleando, sonriendo enamorados; personas con globos, con perros, con bicis, con sus mejores galas, con ropa clásica, moderna, de sport o muy informal, desfilaban hasta ponerse el sol. (Rubio, 2013: 120)

Desde que Ximena fue nuestra vecina, mucho han cambiado la calle Mayor y la plaza de Cervantes, pero su corazón y su alma siguen siendo los mismos. También, sus pasos nos llevan a establecimientos ya desaparecidos o cambiados,  pero sus vivencias seguro que os traerán algún  que otro recuerdo, sonrisa o suspiro.

Os acordáis del antiguo Pub Boddy:

El Boddy Pub quedaba muy cerca de la universidad. Tal vez aún  sea sitio de encuentro de universitarios: Para llegar sólo había que caminar cuadra y media, hasta la calle Bustamante número uno. Allí se reunían todos los compañeros de curso, algunos profesores, dueños de fincas de la zona, muchos estudiantes latinoamericanos, y de vez en cuando se dejaba caer un grupo de aviadores de la base de Torrejón. Se podía ir al mediodía, en la tarde o en la noche, y beber un anís, una cerveza, un refresco o un vino, con algo de tapas o de comida más formal. El servicio era eficiente, amistoso. Los fines de semana, desde el viernes, era difícil encontrar lugar, pero a mí me resultaba más integrador estar de pie y moverse. También podíamos ver futbol si había. (p. 51)

Y el mesón de Bach:

Era un ambiente amplio y acogedor, donde tres o cuatro mesas se separaban de las siguientes por muros bajos con cubiertas de madera, sobre las cuales se apoyaban lámparas de pantallas de pergamino claro. Las mesas estaban cubiertas por manteles impecables a cuadritos blanco y azul. El piso brillaba con sus baldosas rojo oscuro, brillantes de cera, semejantes a las de la residencia; las paredes lucían cubiertas de fotografías en blanco y negro enmarcadas en tono café oscuro, donde se veía a parroquianos que habían estado en el lugar. La barra era amplia y colgaban copas impecables exhibiendo su cristal traslúcido. Sobre cada mesa una diminuta velita daba un tono aún mayor de intimidad. En la esquina, al fondo, una mesa libre nos esperaba, con ventanales de cuadros y balcones con macetas de geranios floridos. (Rubio, 2013: 121-22)

Y por ir terminando, un toque dulce con “almendras garrapiñadas, la costrada, que es una delicia de merengue, crema y hojaldre, o las rosquillas de Alcalá, entre otros”. Las “garrapiñadas” las podemos seguir comprando en el convento de las “Diegas”, en la calle de las Beatas; y los demás dulces en las muchas pastelerías que han ido proliferando en la calle mayor, pero ya no en El Postre:

…salíamos a la plaza y avanzábamos en dirección a la estación, hacía la cafetería llamada El Postre. Allí, en la calle Tinte, nos gustaba tomar algo por la mañana, y bebíamos el aromático café con un sándwich vegetariano y si se nos antojaba continuábamos con una costrada, cuyo hojaldre perfecto nos podía dejar felices para toda la  jornada. El Postre había sido remodelado pocos años antes de que yo lo conociera, pero el establecimiento, según nos contó la joven que nos solía atender, existía desde 1926, cuando fue abierto por el señor Lino Gómez Vallisoletano. Después de cuarenta y siete años fue traspasado a la familia González, que incorporó al establecimiento la cafetería que nosotros frecuentábamos. (Rubio, 2013:160-61).

Acabo aquí este nuevo paseo literario por Alcalá de Henares, ciudad serena, acogedora, tranquila, perfumada, embrujante, armoniosa, sorprendente, amada, favorita, triunfadora, plena, fiel, adjetivos todos ellos sacados de la novela, en esta ocasión muy bien acompañado por Ximena Rubio del Valle.

Bartolomé González Jiménez

Bibliografía: Rubio del Valle, Ximena, 2013. Una pasión diferente. México: Selector