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Alcalde Almeida, el viento y las semanas / Por Antonio Campuzano

Alcalde Almeida, el viento y las semanas  /  Por Antonio Campuzano

“A ese hombre más le valdría no abrir nunca la boca”. Así se ha manifestado Javier Marías, en el periódico El País, a raíz de las últimas voluntades del alcalde la capital, Martínez Almeida, a propósito de Almudena Grandes y su madeja de despropósitos en torno al nombramiento de la desaparecida como hija predilecta.

Ciertamente, el cuajo del primer edil es notable al elegir, como alternativa al silencio aconsejado por Marías, proclamar la falta de cualidades para la predilección de la novelista, y añadir a la manifestación que, si así lo fue, estaba justificado para que esa causa nombre y humana lo fuera manoseada y deslustrada porque “así lo requería sacar adelante unos presupuestos”.

Meter en comparativa una figura muerta en plena alegría vital con una línea de subvenciones, o con más o menos instalaciones deportivas, o arreglos de viales y alcorques, es cuando menos un insulto a las memorias recientes  y a los respetos futuros. Es mucho peor lo ideado por Almeida para llegar a la conquista de la predilección que la inicial negativa, bien es cierto que la compañía de los concejales de izquierda del grupo mixto ha aportado material para construir la estupidez. Pero de todos modos, la trayectoria de Almeida desde las elecciones municipales de 2019 culminada con la elección como alcalde tras quedar segundo  y necesitado de los votos de CS y Vox ha madurado exactamente como si su cargo derivase de un éxito electoral de estruendo y megafonía, cuando tuvo que recurrir a todos los auxilios precisos para poder acceder al bastón de mando.

Al encargo municipal se le añadió por intervención de Pablo Casado el de portavoz del Partido Popular en la escala nacional, mas es indiscutible que la ciudad de Madrid le concede un brillo que nadie podía imaginar ni por su estatura política no por su talla física. A falta de prácticamente un año de los comicios locales, una de las batallas más interesantes para la izquierda es la reconquista de la capital de España, mérito que alcanzó Manuela Carmena después de numerosas fatigas y que perdió merced a muy pocas pero definitivas causas de egoísmo feroz por marcar las demarcaciones de la miseria electoral. Arrebatar el podio de la alcaldía y por ende defenestrar a Almeida son dos actuaciones en una que tienen una significación de enorme relieve de cara a las elecciones generales de 2023, casi tan simbólicamente redonda como lograr gobernar en una comunidad autónoma de gran extensión geográfica.

Esas perversiones aritméticas que tiene la ley electoral permiten que acontezcan perfiles como el de Almeida, quien jugó bien las bazas de exposición pública con motivo de los primeros meses de la crisis sanitaria con continuas salidas en medios de comunicación a bordo de ambulancias y en el estribo de coches Samur, ataviado con diferentes modelos de uniformes policiales y de protección civil, más o menos apagados o vivos de color y gradación.  Más tarde aparcó sus bonhomías y preocupaciones filantrópicas para iniciarse en el mundo proceloso del político de marcado acento sobrado, tal y como si perteneciese por derecho propio y sobre todo por méritos electorales, del todo escamoteados en mayo de 2019, cuando el modelo sobrado del presente quedó disminuido hasta el punto de requerir la colaboración de Ortega Smith para logar ser alcalde. Las fuerzas de la izquierda en Madrid ya han sido derruidas al menos temporalmente con el efecto Ayuso y sus derivadas.

El frente municipal de Madrid queda pendiente de pugna marcada en mayo del año que viene. El papel de Ciudadanos, cuya vicealcaldesa Begoña Villacís, se debate en medio de grandes insomnios a la hora de su epifanía electoral del año próximo, puede resultar vital. Si CS premia a un alcalde del PP con su firma adosada, sería probar con demasiada crueldad la paciencia del votante madrileño. Es de esperar una estrategia de la izquierda global, sin desperdicios ni restas, pero como cita también Javier Marías, en Negra espalda del tiempo (Alfaguara, 1998), con procedencia Miguel Hernández, “antes que el viento se lleve las semanas”.