Un día más aprovechamos este amplio tiempo del confinamiento para conocer algo más de Alcalá de Henares. Historias, curiosidades…
En la semana del día del Libro, 23 de abril, no podíamos dejar de hablar de Cervantes. En este caso de su relación con las mujeres, de la mano de la historiadora María Jesús Vázquez Madruga.
CERVANTES Y LAS MUJERES
Si hay algo que distingue a Cervantes en toda su obra es el deseo y la búsqueda de la libertad.
Como dice don Quijote a Sancho: “La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos” Libertad, difícil de conseguir y mucho más en el caso de las mujeres. No hay que olvidar que Cervantes sufrió en carne propia la pérdida de libertad, no sólo física, también de expresión y creencias, por lo que ese anhelo estará sobrevolando su inspiración literaria continuamente.
Porque la época de Cervantes se distingue, entre otras cosas, por el sometimiento de la mujer al varón, y en la obra del Príncipe de los Ingenios es constante ese anhelo en sus personajes femeninos, personajes como Preciosa, la protagonista de La Gitanilla, que defiende su libertad incluso por encima del patriarca gitano, o lo que es lo mismo, por encima de todo; como la pastora Marcela, que decide elegir su futuro sin aceptar imposiciones varoniles como era costumbre en la época.
Entendió bien pronto don Miguel que la voluntad de la mujer debía ser respetada. Esto, en una época en la que era considerada fuente de todo mal, desde Eva, y con todos los defectos posibles. Él nunca vio así a las mujeres, de hecho, es bien sabido cómo supo asumir la vida “ligera” de sus hermanas, libres, que nunca se casaron, como era obligado.
En ocasiones coloca a sus personajes femeninos en un plano superior de inteligencia al varón, algo inaudito en su tiempo, como Camila, en El Curioso Impertinente, ejemplo de mujer lista que gana por goleada al varón de turno.
Dibujo: Zoraida y «El Cautivo». Biblioteca de la Facultad de Derecho y Ciencias del Trabajo Universidad de Sevilla.
Una cualidad tenida como exclusiva del hombre, la valentía, está presente en muchos personajes femeninos de Cervantes. Como Zoraida quien, en busca de la felicidad no duda en abandonar todo y arriesgarse por tierra y mar en un viaje lleno de peligros, que superará con arrojo y decisión.
Si una obra expresa con claridad la valentía femenina es la tragedia La Numancia. Ahí son ellas las que arengan a los hombres, las que prefieren la muerte al deshonor y la pérdida de libertad que, de quedar vivos, les quitarían los romanos.
Pero además, mediante una fina ironía, Cervantes se burla claramente de la costumbre de los matrimonios concertados entre jóvenes doncellas, incluso niñas de 14 años y viejos ricos. Y así, en El Juez de los Divorcios, apuesta por la defensa de la libertad de la mujer, porque en esta obra son ellas las que hablan alto y claro y no dudan en acusar de impotencia al marido con tal de obtener la sentencia deseada, porque en aquellos tiempos, el objeto del matrimonio era la procreación y si ésta no era posible no tenía sentido la unión.
En este caso, si Cervantes hubiera criticado abiertamente la institución matrimonial, es seguro que habría tenido problemas con la Inquisición o al menos con la censura. Así que lo hizo a su manera: genial.
Además, presenta la idea de igualdad en una sociedad donde los estamentos eran cerrados, donde era impensable que un noble casara con una plebeya, tal como don Miguel rompe moldes en este sentido en La Gran Sultana, amores entre el sultán y una cristiana, donde a la diferencia social se une la no menos importante: la religiosa.
La mujer vivía entre la clausura familiar y la conventual. La educación le estaba vedada, porque su intelecto, decían, no era apto para las letras ni otra cosa que no fueran las “tareas menores”; su opinión no contaba, como no contaba casi nunca como persona, porque en muchos, muchísimos documentos, los escribanos y notarios no registraban su nombre y así aparecen como: “La mujer de…la hija de…la viuda de…Y no tener nombre es algo así, como no tener identidad, no ser persona, el mayor menosprecio posible.
Además de la absoluta visibilidad de las mujeres, de todo tipo de mujeres, en la obra Cervantina, se desprende en muchos pasajes una ternura casi insólita para aquellos años. Hay un personaje femenino que produce en el lector esa ternura y que encarna los dos contrapuestos: la fealdad y la bondad: Maritornes. Porque tradicionalmente, aún hoy, se ha identificado la belleza con la bondad y la fealdad con la maldad, de ahí el repudio que ésta provoca. En el imaginario de todos está la imagen de la típica bruja fea, desdentada, jorobada…horrible y mala, por supuesto.
Maritornes, la criada despreciada por todos, por su físico y por su absoluta pobreza, que a pesar de los continuos golpes de su dura vida, nunca perdió la bondad, por lo que despierta esa ternura difícil de explicar.
Y como dejó escrito doña Concha Espina: “En el Quijote vemos las figuras inquietas y errantes de la hermosa morisca y de Dorotea; los temperamentos apasionados y valerosos de Quiteria y Zoraida, junto a la Duquesa, noble y señoril hasta en sus chanzas socarronas, junto al claro cristal de Marcela. En todas ellas predomina el sentimiento…brillan la ternura y la gracia, los resplandores de la inteligencia, fuerte y dulce, apasionada y honesta, inteligente y sensible, valerosa y abnegada, capaz de afrontar los más dolorosos trances ya que la cobardía nunca fue virtud en las mujeres”
Por María Jesús Vázquez Madruga. Historiadora.
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