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Convento de las Clarisas / Alcalá, Patrimonio de la Humanidad: fotos con alma

Convento de las Clarisas / Alcalá, Patrimonio de la Humanidad: fotos con alma

Un 12 de noviembre de 1463 fallecía Fray Diego de San Nicolás, más conocido como San Diego de Alcalá. Cada 13 de noviembre, día de su onomástica, sus restos incorruptos se muestran a devotos y curiosos –que haberlos haylos- en la Catedral Magistral. Pero más allá del bullicio que pueda acarrear semejante cita su historia nos lleva a esta plaza, a este convento y ante esta escultura.

A solo unos metros, en la finca que hoy ocupa la biblioteca se erigía el Monasterio de Santa María de Jesús, o de San Diego, llamado así por acabar allí sus días como jardinero y portero el único santo canonizado durante el siglo XVI. Pero su fama de milagrero postró tras su muerte a cardenales e incluso reyes, como Enrique IV de Castilla que esperaba la cura de Juana la Beltraneja o Felipe II que, este sí, logró el beneficio del milagro con la sanación del príncipe Carlos, gravemente herido en la cabeza tras caer por las escaleras del Palacio Arzobispal. Pero no quisiera detenerme más en lo místico. El caso es que Diego de San Nicolás llega al Monasterio de Santa María cuando acababa de ser construido por el entonces arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo. Cuya escultura nos mira severa. Bueno, no a nosotros sino a su archienemigo el Carcenal Cisneros. Una casualidad que no he podido resistir anotar…

Pero volvamos a la fachada que hoy nos detiene. Y lo hace porque a este convento fue trasladado desde la Magistral, en 1967, el cuerpo de San Diego de Alcalá.

La advocación de este sencillo edificio no siempre fue la de San Diego de Alcalá ni siempre tuvo función religiosa. Ya dijimos que en torno a esta plaza y la calle Libreros hubo numerosas imprentas y precisamente una de aquellas industriosas, María Fernández, vivía en una casa parte del actual convento. María se hizo cargo de su sobrina Catalanina cuando quedó huérfana de madre con pocos meses de vida. Pero parecía señalada por el infortunio y con solo 23 años y tres hijos doña Catalina García enviudó. En aquella época, hablamos de 1662, las opciones eran o segundas nupcias o convento. Optó por lo segundo, ingresando en el Convento de los Franciscanos y años después creando en parte de la casa de su tía el Colegio para Doncellas Pobres Santa Clara. Después se transformaría en beaterio –esto es jóvenes viudas que dedican su vida a Dios sin tomar los hábitos- por eso se llama calle Beatas, y por último en el convento que ahora alberga.

Aunque, sin duda, si hay algo por lo que es conocido más allá de nuestras fronteras es por las almendras garrapiñadas que aquí se hacen. Fieles a la receta original del siglo XVIII y de obligada degustación en el día de San Diego de Alcalá.

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