Si algo tienen los edificios de gruesos muros y pequeños ventanucos es que en verano siempre sugieren que dentro se debe estar muy fresquito… Pero claro, la climatización sólo es una de las razones. La otra es la que también justifica por qué somos los únicos europeos obsesionados con las persianas: nuestra herencia cultural.
Por un lado debemos a la huella andalusí reservar a lo que queda de celosías para adentro el mayor esfuerzo decorativo, por otro, a las viejas aljamas, el diseño que preserve la intimidad. Paseen por la judería de Alcalá y verán como no hay calles perpendiculares, ninguna tras un cruce tiene continuidad, como tampoco coinciden enfrentadas puertas y ventanas … Hoy, en la que fuera Sinagoga Mayor encontramos ese contraste. La vida, bulliciosa, alegre, tras los muros. Desde fuera, pequeñas y discretas ventanas. Antaño estudio y oración reunían a los alcalaínos en este corral, hoy seguimos atravesando este adarve pero para otro tipo de liturgia…
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