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¡Fuego, fuego! / Por Anabel Poveda

Si es que ya lo dice la sabiduría popular… que no hay que escupir al cielo que al final te cae el escupitajo en la cara. Si antes amenazo al mundo con prenderme fuego a lo bonzo, antes me toca ver las llamas más cerca de lo que sería deseable.

Pues resulta que estaba yo el otro día a punto de irme a la cama, pijama feo, pelos de loca y cara de sueño, cuando me alerta un griterío en el patio muy poco habitual. Abro la ventana del salón y me planteo tres opciones:

A: Los vecinos han convocado una fiesta nocturna en las zonas comunes y los muy gañanes no me han invitado…

B: Varios hombres de los bloques colindantes han quedado debajo de mi ventana para rondarme al son de “sal al balcón carita de azucena”…

C: Por el nivel de nerviosismo algo grave está pasando y yo a punto de planchar la oreja.

Me hubiera encantado deciros que era la B pero lo cierto es que la respuesta correcta era la C. Detrás de las mosquiteras anti escape gatuno, sin poder asomarme a la ventana, pregunto a gritos qué les pasa y me contestan que me vaya planteando salir de mi casa que se está quemando el piso de al lado.

Apenas unos segundos después, unos policías llamaban a la puerta para invitarnos a salir al patio mientras los bomberos, que hacían su entrada triunfal, analizaban la situación.

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En ese momento te planteas de todo, desde que arda el edificio entero y recrees la escena de “Lo que el viento se llevó” viendo tus pertenencias hechas ceniza, como Escarlata O’Hara; hasta que explote la vivienda en llamas, paranoias poco probables fruto de todas las películas que nos hemos tragado y de la falta de información real sobre cómo actuar correctamente en esas situaciones.

Me puse unas chancletas y en plan “Drama Queen” pensé rápido qué quería salvar de las llamas, así que, como no tenía tiempo para maletas, cogí a Canela, mi bien más preciado, la metí en el trasportín y nos bajamos las dos al patio a ver cómo actuaban los profesionales encargados de apagar el piso incendiado.

A los diez minutos me entró frío y pensé que era buena idea volver a casa a por una sudadera, error por mi parte porque mi pasillo parecía una escena del “Coloso en Llamas”, con bomberos con máscaras, policías, mangueras por el suelo y mucho, mucho humo. Me regañaron y me dijeron que qué leches estaba haciendo ahí, que no debía respirar ese humo y les dije que no quería morir congelada en el patio… con sus consiguientes caras de “esta tía es tonta y en su casa no lo saben”.

La-loca-de-los-gatosCon una sudadera guarrindonga, el pijama de verano y Canela en brazos ya las pintas eran lo más parecido a la loca de los gatos. Y ahí, sentada en el patio viendo el fuego con mi objeto más preciado a salvo, ya más relajada porque controlaron la situación la mar de bien, al sentirme fuera de peligro empecé a mirar con otros ojos y pensé ¡Bendito sea! Este patio está lleno de bomberos y policías de los calendarios solidarios… Me puse bizca de tanto mirar tíos buenos (el 80% calvos, que como no me gustan casi… ) y pensé que la vida no es justa, me llena la casa de pibones en el momento más inoportuno. Seguro que se fijaron en mí, no me cabe duda de que al volver del servicio comentaron entre ellos: ¿Os habéis fijado en esa tipa friki en pijama y pantunflas con una jaula de gato?, ¡Lo que hay que ver compañeros!

En fin, está claro que marido no iba a encontrar en esa situación pero lo que sí me planteo es que, para la próxima vez, estaría bien tener Captura de pantalla 2017-10-24 a las 13.45.23más claro qué hacer y qué no hacer en caso de emergencia. Está muy bien deleitarse con los Cuerpos de Seguridad pero más importante es tener los conocimientos mínimos para desenvolverse en caso de emergencia. Para que no os pase lo mismo que a mí, os dejo una página donde encontraréis la información precisa ante diferentes situaciones de riesgo.

( Enlace )

“Lo que diga la rubia” va a misa, así que ya sabéis, más vale prevenir que curar.