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La guerra del agua / Por Antonio de Miguel Antón

La guerra del agua  /  Por Antonio de Miguel Antón

¿Se han dado cuenta como aparecen en escena los políticos cuando llegan las fuertes lluvias y aumenta el caudal de nuestros ríos y en consecuencia la de nuestros pantanos? Y también lo hacen cuando hay escasez y nuestras reservas hídricas están al límite; tanto los que les toca gobernar como la oposición. Yo a este tipo de política lo llamo la “política buitre”, la política de hienas, buitres y coleópteros: de carroñeros.

Cada vez que he hablado del problema del agua con algún político siempre dicen lo mismo, sea cual sea su partido, siempre habla de consenso, de que el agua debe de ser un campo de acuerdos y que entre todos se puede empezar a solucionar el problema tan grave que tenemos en España; que hay que equilibrar España y llevar agua desde donde sobra hacia donde falta, a través de un plan y un pacto nacional del agua.

Año tras año desde hace muchos años llevamos escuchando la misma cantinela pero estamos ya en 2024 con el problema del agua al límite y sin consenso en la solución. Año tras año nuestros partidos políticos -los del viejo sistema bipartidista y también los nuevos, que dicen que vienen a aportar soluciones- vuelven con la guerra del agua y vuelven a ocupar espacios en los medios de comunicación y en sus agendas políticas partidistas y electoralistas.

No se entiende que pasen los años, y los gobiernos, tanto regionales, como nacionales -de uno y otro signo-, continúen sin poner soluciones y sea una quimera alcanzar un acuerdo de amplia base en una cuestión tan relevante. Parece inverosimil que sean incapaces de ordenar los recursos hídricos de tal manera que puedan atender las necesidades de todas las regiones a través de una estrategia nacional en torno al agua. La derogación del trasvase del Ebro por parte del Gobierno de Zapatero en 2004 condenó a un punto muerto al Plan Hidrológico Nacional. Y, desde entonces, ningún Ejecutivo se ha atrevido a encarar un pacto nacional en esta materia.

Pasarán los años y seguiremos en la eterna batalla nacional y regional

por un elemento habitualmente convertido en arma política arrojadiza. Guadalajara y su proyecto para la conexión entre el Sorbe y el Bornova es un claro ejemplo de esta guerra del agua. El Sorbe tiene unas aportaciones de unos 140 Hm3, de los que apenas puede embalsar más de 40. Si en años de abundancia, como este año, condujéramos parte de los excedentes hasta Alcorlo, se evitarán los desembalses y se podría satisfacer las necesidades de los regantes del Bornova y a las necesidades de la MAS. La construcción de ese túnel que iría por los municipios de Tamajón, Semillas, Zarzuela de Jadraque, La Toba y Arroyo de las Fraguas a traves de una conexión por gravedad debería ser una realidad, pero los intereses políticos y la batalla ideológica del agua en Guadalajara lo ha impedido. La evaluación de Impacto Ambiental encargada, publicada en el BOE el 24 de febrero de 2011, fue negativa y nunca se buscó reparar de alguna forma ese impacto. Al final va a llevar razón John F. Kennedy que dijo que “quien fuere capaz de resolver los problemas del agua, sería merecedor de dos premios Nóbel, uno por la Paz y otro por la Ciencia”.