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Dolor cervical crónico, mucho más que un dolor físico

El dolor cervical inespecífico, sin causa concreta, que se mantiene más allá de 3 meses a nivel clínico, está considerado un dolor cervical crónico. Se trata de un dolor causado, en muchas ocasiones, por la vida sedentaria.

Es un dolor que afecta a todos los sectores de la población, en todas las franjas de edad, y se relaciona con la carga física. Pero hay otra serie de factores psicosociales, creencias, expectativas, rasgos de la personalidad o contenidos emocionales que afectan a esta dolencia.

Persona mayor de 50 años, mujer en la mayoría de los casos, con poca disposición a lo nuevo, poco proclive al riesgo y muy proclive a evitar el daño. Ese es el perfil del paciente habitual del dolor cervical crónico que la profesora del departamento de Enfermería y Fisioterapia, Yolanda Pérez, ha estudiado en su dimensión como dolor social, lo que significa que al tiempo que existe un dolor físico, también existen factores cognitivos, conductuales y emocionales asociados que acentúan y hacen menos soportable ese dolor.

Un mal día, una mala noticia, una frustración… Y entonces ese dolor que está latente en tus cervicales todo el rato, se agudiza y se hace insoportable, incluso. ¿Es todo dolor físico o tenemos que mirar más allá? Pues la respuesta es que hay que mirar más allá y descubrir entre los pliegues de ese dolor qué nos está haciendo daño. Este tipo de patología también está muy relacionada con el estrés, según la experta y, de hecho, ‘ya hay muchos especialistas que defienden que cuanto mayor sea el dolor crónico cervical, más atención hay que prestar a nuestro estado de salud mental’.

El estudio realizado por Yolanda Pérez, fruto de su tesis doctoral, ‘Influencia de los factores cognitivos, conductuales y emocionales en la percepción del dolor cervical crónico’, se ha realizado en centros de atención primaria de la red de salud pública.  Según la experta, los especialistas (médicos, enfermeros y fisioterapeutas) reconocen, en general, esta parte ‘afectiva’ del dolor cervical crónico, pero lo cierto es que la mayoría no lo aborda, ‘entre otras cosas porque no se sienten cómodos hablando de una faceta íntima con sus pacientes, porque el tiempo de atención es muy limitado y, además, hablar del dolor de los otros puede despertar su propio dolor’.

Los pacientes detectan esta barrera y en el estudio se quejan, precisamente, de que el facultativo obvia su estado anímico a la hora de realizar el diagnóstico, ‘cuando está más que comprobado que una forma de aliviar el dolor social es expresarlo, darlo a conocer a los otros, en este caso los profesionales sanitarios’. Lo único que se les pide es una escucha activa. ‘No es cuestión de ejercer como psicólogo, porque no lo son; se trata de escuchar, porque la propia expresión del paciente y la escucha activa por parte del facultativo ya mejora el dolor. Y, desde luego, la recomendación es que deriven a los servicios de salud mental a los pacientes que ellos detecten que necesitan atención’.

El dolor social

El dolor social está motivado siempre por un conflicto e interacciona con el dolor físico lo sintamos donde lo sintamos: las cervicales, las piernas, la espalda o cualquier otro punto de nuestro cuerpo, porque está interfiriendo con las mismas vías de procesamiento de la dimensión afectiva del dolor físico.

Por eso, las recomendaciones para las personas que consideren que padecen este tipo de dolor son las siguientes: primero, recibir todos los cuidados profesionales relacionados con su patología física y, después, y no menos importante, disponer de una persona de confianza con la que poder desahogarse y expresar esa angustia social que siente.

La profesora de la UAH recomienda también una alimentación y hábitos de vida saludables, como realizar actividad física frecuente, descansar durante las horas de trabajo cuando éste nos obligue a estar en una postura fija durante todo el tiempo… A nivel anímico, las relaciones sociales y el bienestar emocional también pueden prevenir este tipo de patología.