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Pero… ¿Habrá 23 de abril? / Por Manuel Peinado

Pero… ¿Habrá 23 de abril? / Por Manuel Peinado

La última predicción del fin del mundo apunta al 23 de abril de 2018 como el día del Juicio Final.

Una nueva profecía establece la fecha del Armagedón el próximo lunes, con la inesperada consecuencia de que, si se cumple, don Sergio Ramírez se quedará con dos palmos de narices. Pero tranquilos todos, el macabro augurio se basa en un cóctel de la prolífica numerología antigua, en interpretaciones disparatadas del ya de por sí desatinado Apocalipsis, y en teorías acerca de un maléfico «Planeta X».

 

findelmundo

La fecha prevista para que todos nos vayamos al cuerno, el 23 de abril, trae a mi recuerdo a uno de los profetas apocalípticos más famosos (y fallidos) de todos los tiempos, William Miller, un predicador bautista cuyos seguidores acabarían por formar la Iglesia Adventista del Séptimo Día. A mediados del siglo XIX, sin tener nada mejor que hacer, Miller se entretuvo vaticinando múltiples fechas del Juicio Final, entre ellas una que lo fijó el 23 de abril de 1843. Esta fecha quedó un poco olvidada detrás de la bomba profética con la que anunció que el 22 de octubre de 1844, fecha que bautizó como el Advenimiento, que iba a ser, ni más ni menos, el día en el que el mismísimo Jesucristo se personaría en el mundo para echar el cierre mediante una apocalíptica traca final. La fecha pasó al infame calendario de las tonterías predichas como «El Gran Chasco», habida cuenta de que, si Jesús abandonó la derecha del Padre para darse un garbeo por aquí, lo hizo de incógnito y sin provocar daños mayores.

William Miller

Fue una lástima porque el ínclito Miller se había documentado a fondo interpretando ni más ni menos que el lunático libro Daniel, del que extrajo (hay quien dice que con la ayuda de una buena ingesta de absenta o algún porro que otro) la conclusión de que la «limpieza del santuario» de Daniel era ni más ni menos la purificación del mundo del pecado, una némesis universal dirigida por Cristo que tendría lugar precisamente ese aciago día. La profecía de Miller sirvió para que una legión de crédulos aportara toneladas de fe y dólares a espuertas (que fueron a parar a los bolsillos de Miller), para crear la Iglesia del Séptimo Día. Llegó el día y, como no hubo más calamidades que las normales, Miller y sus acólitos reconvirtieron el dislate y pasaron a proclamar que lo que sucedió el 22 de octubre no fue el regreso de Jesús, como había pensado Miller, sino el inicio de la obra final de expiación de Cristo, la purificación del Santuario Celestial, que conduciría al Segundo Advenimiento, a cuya espera permanecemos.

Después de superar sin daño alguno el 21 de diciembre de 2012, otra fecha profetizada como la del fin del mundo por una tropa de orates neomayas de la que me ocupé en su momento, el último pronosticador del fin del mundo ha sido David Meade, quien el año pasado vaticinó que una extraña alineación de estrellas, que tendría lugar el 23 de septiembre de 2017, anunciaba el Armagedón pronosticado en el Capítulo 16 del Apocalipsis. Meade dijo en aquella ocasión que el alineamiento estelar precedería al paso por la Tierra de un planeta maléfico –al que llamó Planeta X– que causaría todo tipo de desastres geológicos y tribulaciones innúmeras, culminadas en el regreso de Jesús. A su espera seguimos tan campantes.

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El nuevo dislate de Meade es más de lo mismo. De acuerdo con una entrevista concedida el pasado ¡viernes 13! al tabloide Express, Meade, que bien parecería estar empeñado en que no se entregue el Premio Cervantes, ha anunciado el 23 de abril de este año como la nueva fecha de inicio del Apocalipsis. Razones no le faltan, dice. En esa fecha, el Sol, la Luna y Júpiter se alinearán en la constelación de Virgo, haciéndose eco de Apocalipsis 12: 1-2, que dice literalmente:

12: 1. Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del Sol, con la Luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.

12:2: Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento.

Más claro, agua. Lo malo es que llueve sobre mojado. Este mismo pasaje fue el mismo utilizado por el bausán Meade para pronosticar el 23 de septiembre de 2017 con idénticas consecuencias, aunque en ese caso, todo hay que decirlo, se centró en una alineación del Sol en Virgo con nueve estrellas y los planetas Mercurio, Venus y Marte. Ahora, la sinrazón es mayor.

Y es que, además de desbarrar, Meade plagia. La fuente en la que bebe –ese capítulo del Apocalípsis– se basa en antiguas tradiciones judías, greco-romanas y persas que resultaron –no hace falta decirlo- otros tantos gatillazos. Quien escribió el Apocalípsis era otro lince. Para mayor escarnio de la tontuna de Meade, Júpiter no estará alineado el 23 de abril dentro de la constelación de Virgo; cuando sea visible desde la Tierra ese día estará en Libra. Ese mismo día, el Sol aparecerá como de costumbre, pero alineado con Aries, mientras que la Luna lo hará en Géminis. Para rastrear estos cuerpos celestes y generar sus propias predicciones del día del Juicio Final, visite este planisferio.

Con respecto al Planeta X, qué puedo decirles. Su existencia, con ese nombre o con el de Nibiru, ha sido desacreditada repetidamente. Los astrónomos están buscando un posible planeta del tamaño de la Tierra en el exterior del Sistema Solar, al que a veces llaman «Planeta X» o «Planeta Nueve», pero no es el mismo Planeta X que hace las delicias de los profetas apocalípticos. Según esta tribu de pirados conspiranoicos, la NASA está ocultando la existencia de un planeta asesino que se precipita hacia la Tierra listo para provocar la de Dios es Cristo a base de tsunamis, terremotos, hecatombes y otros cataclismos infernales a medida que se nos viene encima.

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El Nibiru se creó merced a otra lunática de la distopía, la teórica del fin del mundo Nancy Lieder, una chiflada de Wisconsin en cuya web (Zetatalk) presenta a unos extraterrestres llamados Zetas y vende una compleja red de teorías de conspiración a cual más desbarrada. Lieder lanzó la idea de Nibiru en la década de 1990 y predijo su paso por la Tierra en 2003. Desde entonces, el planeta asesino se ha convertido en el coco de múltiples predicciones del fin del mundo, incluido el apocalipsis de 2012, que se basó en el supuesto final predicho en el Calendario Maya.

El delirante cóctel de todas estas teorías dispares, surgidas desde lo bíblico, lo cosmológico, lo político y la tontuna, puede ser un síntoma del tipo de conspiración cruzada que tanto gusta en las redes sociales, en cuya trama toda necedad encuentra cómodo y cervantino asiento. Meade está activo en YouTube, donde conversa con otros «profetas» del fin del mundo como Paul Begley, presentador de un programa de producción propia «The Coming Apocalypse«, que hace las delicias de millones de frikis americanos. Si es usted lector, sepa que Meade también vende sus teorías en libros autoeditados por Amazon. En un país donde se regalan másteres, a lo peor le otorgan el Cervantes un año de estos.

Don Sergio, esté usted tranquilo. Cálese el chapeo, requiera la espada y mire al soslayo. Llegará el 23; se irá, y no habrá nada.

©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.